Bajo el título de ‘Strafe’ (‘Castigo’ en castellano) se presenta esta miniserie alemana de la RTL basada en los relatos del abogado y escritor Ferdinand von Schirach y en la que cada capítulo está dirigido por un realizador alemán. El nexo común es precisamente el castigo (o no) de un delito cometido (o no). Como era de esperar cada episodio, cada historia, tiene un enfoque completamente diferente. También el resultado es muy diferente, así como los delitos o el tratamiento dado a los protagonistas.
Seis relatos convertidos en seis capítulos que van desde el asesinato, el homicidio involuntario o el maltrato hasta los delitos contra el patrimonio. En mi opinión son tan distintos que puede haber historias redondas, como efectivamente las hay, y otros excesivamente adornadas y enrevesadas, tanto que es fácil perderse. En otras simplemente se pierde el interés por la falta de gancho de lo que se cuenta y en otras lo forzado de la situación o lo inverosímil del crimen hacen que resulte imposible empatizar con el o la protagonista.
En definitiva, una serie para aficionados al derecho y a las ficciones judiciales. 6,5/10.
La segunda etapa de nuestro viaje a varios países costeros del Báltico nos llevo por carretera desde Riga hasta Tallin. La carretera bordeaba la costa, aunque apenas pudimos ver el mar. Sobre todo en la zona letona, los árboles eran enormes. Tras una breve para en Parnu, ya en Estonia, nos adentramos tierra adentro hacia la capital del país. En este pequeño país de 45.000 kilómetros cuadrados predominan las llanuras y praderas con bastantes casas de madera y pocas poblaciones, al menos en torno a la carretera por la que circulábamos. Lo cierto es que nos encontramos en un estado a medio camino entre el mundo eslavo y el nórdico, como bien corresponde a su situación. Sus hermanos mayores al norte y oeste son Finlandia (Helsinki está a 80 kilómetros) y Suecia (Estocolmo está a menos de 400 kilómetros) y también algunos de sus principales socios comerciales y culturales. En el otro lado, al este, Rusia, la antigua potencia ocupante y que ahora representa el pasado geográficamente muy cercano (San Petersburgo está a algo más de 350 kilómetros por carretera) pero históricamente cada vez más lejos.
Llegamos a la estación con un calor y una humedad bastante intensos. Pero teníamos por delante tres días para recorrer la antigua Reval medieval, de la que se conservan buena parte de sus edificaciones y fortificaciones casi intactas. También nos pasamos por el bonito parque de Kadriorg, donde tenía su palacio de verano la zarina Catalina I de Rusia.
Pero lo mejor es que veáis el vídeo para haceros una idea de todo lo que contemplamos en esos tres intensos días. Espero que os guste…
Como ya vimos en ‘Tapie’, los biopics seriados más o menos fantasiosos son una constante hoy día en las principales plataformas. Si el personaje lo merece o se le puede sacar el suficiente jugo como para exprimir media docena de capítulos o alguno más, allí habrá una serie. El caso que nos ocupa hoy es ‘Clark’, una serie original para la sucursal sueca de Netflix que nos cuenta la vida y obra de Clark Olofsson, uno de los principales criminales de la Suecia del siglo XX y también una supuesta superestrella mediática –al menos en la ficción–.
Tomando como base hechos reales, Olofsson es el protagonista absoluto de una serie de hechos (asesinatos, robos, estafas, secuestros, etc) que probablemente hubieran pasado sin pena ni gloria si no fuera por el atraco al Kreditbanken de Estocolmo en 1973. En este evento su amigo Jan-Erik Olsson perpetró un robo en el que tomó a cuatro rehenes. Olofsson acudió teóricamente a mediar en la liberación de los secuestrados. Finalmente las propias víctimas se negaron a salir alegando estar bien tratados por Olsson y Olofsson y temiendo que la policía que asediaba el banco les hiriera o matara. Es lo que se conoció mundialmente como «síndrome de Estocolmo».
‘Clark’ es una producción juguetona, gamberra, irreverente y también algo cansina. Un histriónico y sobreactuado Bill Skarsgård no desentona en este festival del crimen, tratado como un icono pop, una superestrella incomprendida y estúpida. Es posible que en un largometraje este estilo pseudotarantiniano funcione bien, pero en ocho entregas la cosa cansa bastante aunque siga resultando gracioso a veces. El tratamiento audiovisual es impecable y ayuda a ubicar las épocas con algunas anacronías pero perdonables. En conclusión, una serie para ver poco a poco que tiene buenos momentos pero también algunos ridículos y aburridos. 6,5/10.
Aunque Bertrand Tapie no es un personaje conocido en España, en Francia le han dedicado una serie. Artista, empresario y político inclasificable, Tapie merecía un biopic que contara su vida llena de altibajos, de ideas descabelladas de negocio abocadas al fracaso y de ambición sin límite. Netflix en el país vecino se ha encargado de producir y distribuirla. Yo apenas tenia referencias y la serie al menos ha servido para entenderlo –con sus licencias, porque no deja de ser una ficción–.
La historia comienza a finales de los años sesenta. En 1968 se presenta a un concurso de la canción. Tras constatar su fracaso propone a un dudoso socio capitalista la creación de club de compras de electromésticos que resulta ser un éxito. A partir de aquí entrará en una espiral de ambición que le llevará de lo más alto a lo más bajo y de nuevo a lo más alto.
El trabajo de Laurent Lafitte, un actor ya consagrado, es excelente. La historia también está bastante bien dirigida y sabe mantener el ritmo de los acontecimientos de forma que el espectador no pierda interés y se implique con el protagonista. También me parece logrado el dibujo de Bertrand Tapie como alguien complejo, que se arrepiente de sus malas acciones para a continuación volver a hacerlo. Y lo que es más difícil, entender sus motivaciones. Una buena producción que es también el reflejo de un país, de una época y de sus cambios sociales y económicos. 7/10.
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