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La bitácora personal de Ricardo Martín
Comentando cosas desde 2004
3 de febrero de 2013

‘Le Voyage Extraordinaire’, el viaje extraordinario de Georges Méliès

Estoy seguro de que todos vosotros habéis visto alguna vez, impreso en todo tipo de soportes, la cara de la luna, de aspecto humano, con un cohete clavado en uno de sus ojos. Esa imagen se ha convertido en uno de los iconos del cine, del primer cine. ‘Viaje a la Luna’ (‘Le Voyage dans la Lune’ en su versión original) y su autor Georges Méliès han pasado a la historia como los pioneros que son. Hay que pensar que tan sólo siete años antes, los hermanos Lumière habían presentado en sociedad el cinematógrafo. Estamos hablando por tanto de 1902, cuando el cine era una simple atracción de feria. Méliès sin duda contribuyó a convertirlo en un arte con todas las de la ley.

El documental de 2011 ‘Le Voyage Extraordinaire’, dirigido por Serge Bromberg y Eric Lange, es probablemente el mejor y más completo documental que se ha dedicado a esta película y a su autor. En él colaboran cineastas franceses como Costa Gavras, Michel Gondry, Jean-Pierre Jeunet o Michel Hazanavicius, aportando sus visiones sobre la influencia de Méliès en todo el cine que se hizo después. Costa de dos partes. En la primera se desgrana la vida y obra del propio Méliès, y la segunda –y en mi opinión la más interesante– cuenta la historia de un hallazgo y una restauración.

Sólo existen una copia en color de ‘Le Voyage dans la Lune’ que fue conservada hasta los años noventa en la Filmoteca de Catalunya. Su estado cuando fue adquirido para intentar su recuperación era lamentable. De hecho lo más probable es que nunca se hubiera podido ver su contenido. La descomposición del celuloide era ya muy avanzada, pero mediante procesos químicos se pudieron despegar y fotografiar todos sus cuadros (o fragmentos de cuadros). Después llegaría la industria de Hollywood y su poderío tecnológico que haría el resto del trabajo.

Os dejo con el documental completo (en francés) y con la película restaurada, que incorpora una banda sonora moderna realizada por la banda gala Air.

29 de enero de 2013

‘Berberian Sound Studio’

Se acaban de cumplir dos años de la trágica muerte de Trish Keenan, la vocalista de Broadcast, uno de mis grupos favoritos. Por entonces estaban trabajando en la banda sonora de una extraña película germano-británica llamada ‘Berberian Sound Studio’. Este film, dirigido por Peter Strickland en 2011 aunque estrenada el pasado verano, es –hablando en plata– una autentica «frikada», donde no solo los aficionados al cine de terror italiano de bajo presupuesto de los setenta sino también los que gustan de ver todo tipo de aparataje electrónico «vintage», disfrutarán de lo lindo.

Corre el año 1976. Glideroy, un apocado e inocente técnico de sonido británico especialista en efectos para películas es contratado por un director de cine de terror gótico italiano de bajo presupuesto para colaborar la postproducción de su film ‘Il Vortice Equestre’. El estudio de sonido Berberian tiene fama por sus métodos oscuros y poco ortodoxos a la hora de elaborar los efectos de sonido y el doblaje. Glideroy se dará cuenta casi inmediatamente del antro en el que se ha metido. Intentará renunciar sin éxito y pronto se verá atrapado en un mundo sórdido y terrible que, en última instancia, sólo estará en su cabeza.

Son muchos los aspectos que me han resultados atractivos en esta producción. Lo primero que llama la atención es lo cuidado de su ambientación y la calidad visual y de sonido de todas sus escenas. Los créditos de la película ‘Il Vortice Equestre’ son geniales (será lo único que se verá de la película en la que trabaja Glideroy) y el trabajo de los actores es más que notable. En cuanto al argumento, no hace falta decir que es originalísimo, potenciado por el tratamiento de las superposiciones, primeros planos, macros de los mandos de los aparatos y demás recursos visuales en los que Strickland se recrea una y otra vez. Al final, la sensación de opresión y obsesión del protagonista casi se contagia al espectador, con lo que podemos dar por conseguido el objetivo de esta rara cinta.


23 de enero de 2013

‘Amour’, el Haneke fallido

Soy un gran fan del cine de Michael Haneke desde hace años, cuando vi ‘El Tiempo del Lobo’. El austríaco me parece un director inteligente, enigmático, críptico y sobrio pero que al mismo tiempo sabe transmitir al espectador la emoción y el sentimiento exacto que hacen que sus películas sean inolvidables. Por desgracia esa imagen de él salta en mil pedazos al ver ‘Amour’. La multipremiada y alabada mundialmente cinta no ha conseguido transmitir esa sensación que se supone que ha de comunicar el buen cine. Si ya de por sí el argumento de la vejez y la decrepitud no me interesan demasiado, siendo Haneke le di una oportunidad que al final ha resultado equivocada.

La película cuenta la historia de un matrimonio de profesores de música jubilados que viven en París. Su vida es plácida hasta que la mujer sufre un problema cerebral agravado por una operación fallida. Su hemiplejia le impide llevar la activa vida que mantenía antes. A pesar de los esfuerzos de su marido, su estado continua empeorando mientras el mundo a su alrededor se desmorona poco a poco.

Haneke mantiene su buena mano para narrar historias. Sus planos generales y largos son marca de la casa. Pero aquí quizás no encajan demasiado y no facilitan que empaticemos con los protagonistas. Si a la falta de empatía con alguien que se supone que está sufriendo le unimos que el final es conocido (la película comienza justo ahí), hace que el argumento prácticamente carezca de interés. Una pena.

21 de enero de 2013

Recuperando a Serge Gainsbourg

El otro día vi la película que el realizador Joann Sfar dirigió en 2010 sobre la figura del compositor e intérprete galo Serge Gainsbourg. Su título ‘Gainsbourg, Vie Héroïque’ no es más que una ironía más de todas las que contiene la película. Con un particular y surrealista sentido del humor se narra la vida y obra de uno de los –sin lugar a dudas– más importantes compositores de música popular del siglo XX. Escandalizó a medio mundo con su aspecto, su estilo de vida libertino y con sus composiciones, especialmente aquellas junto a Jane Birkin. Para la posteridad queda quizás su obra maestra, ‘Je t’aime… moi non plus’

Después del visionado me picó la curiosidad y recuperé sus discos y eché un vistazo a los vídeos suyos que hay en YouTube. Interesantes son sus primeras actuaciones televisivas, y también las últimas, en magazines musicales de la televisión francesa, decrépito y alcoholizado a finales de los ochenta. En medio, temas inolvidables y algunos incidentes, como el ocurrido en Estrasburgo en 1980, cuando tuvo que suspender un concierto por presiones de la extrema derecha. El año anterior había publicado una versión reggae de ‘La Marsellesa’. También volví a leer la entrada que dedique al «incidente» con France Gall a cuenta de la canción ‘Les Sucettes’. En realidad, la relación con sus cantantes/amantes fue siempre tormentosa. Lo fue con Brigitte Bardot y con Jane Birkin.

Quizás la faceta más desconocida –para algunos afortunadamente– de Gainsbourg es la cinematográfica. En 1976 dirigió ‘Je t’Aime… Moi non Plus’, un film que las críticas califican hoy día como aceptable. Al final de su vida dirigió otros tres largometrajes que habrían pasado desapercibidos si no hubiera sido por el escándalo que supusieron. La trilogía formada por ‘Equateur’ (1983), ‘Charlotte for Ever’ (1986) y ‘Stan the Flasher’ (1990) son hoy día casi inencontrables. Probablemente lo mejor sean sus bandas sonoras, por supuesto compuestas por él.

‘Gainsbourg, Vie Héroïque’:

31 de diciembre de 2012

‘To Rome With Love’ y ‘Holy Motors’: División de crítica y público

Dos películas del año que hoy termina han dividido tanto a la crítica especializada como al público. Bueno, es posible que existan mucho más, pero el poder tanto positivo como negativo que ejerce Woody Allen entre los cinéfilos hace que cada estreno suyo de los últimos tiempos sea una nueva polémica. ‘To Rome With Love’ no es una excepción. En el lado europeo tenemos a Leos Carax y a ‘Holy Motors’, una extraña película sobre lo real de la realidad que no ha dejado indiferente a nadie.

Desde que Allen comenzó con su «etapa europea» –recordemos ‘Vicky Cristina Barcelona’ y ‘Midnight in Paris’— muchos de sus admiradores se sintieron estafados. Otros sin embargo no. Se le acusó de venderse al turismo y de trabajar prácticamente para las autoridades locales creando postales idílicas de determinadas ciudades con tramas argumentales insulsas, elitistas y poco ingeniosas, muy alejadas del universo alleniano de tiempos pasados. No seré yo quien desmienta esto. De hecho me parece uno de los aspectos más reprochables de su último cine. Pero también hay que reconocerle la capacidad de reinvención dentro de sus temáticas más clásicas, su gusto por una estética camp, vintage o como queramos llamarlo, la agilidad de los guiones, siempre con engranajes muy bien engrasados (Allen domina como pocos la comedia clásica en el cine) y situaciones que siempre son de interés para el espectador y a menudo alimenta su fantasía. Merece la pena sólo por ver a un Roberto Begnini en un papel hecho a su medida y a un Woody Allen productor musical y obsesionado con la muerte, pero fascinado con las capacidades operísticas de la voz de su futuro cuñado, que para más inri es dueño de una funeraria.

Sobre ‘Holy Motors’, ese artefacto cinematográfico inclasificable, las opiniones ya no tienen término medio. El realizador galo Leos Carax nos ofrece un planteamiento tan enigmático como filosófico, sobre el significado de realidad y ficción a través de un misterioso Señor Oscar que viaja en limusina y se dedica a pasarse el día interpretando papeles en lo que se supone que es la vida real de la ciudad de París. Para ello se caracteriza de diferentes personajes, algunos extremadamente extraños y otros de lo más cotidiano. Lo arriesgado de la propuesta, y ese final tan raro hacen que entre los críticos no haya unanimidad ni mucho menos. Unos lo consideran una experimentación vacía de significado y otros una metáfora de lo falsa que es la realidad. Yo más me inclino por esto último. Por eso me parece una película valiente que rema a contracorriente y sale airoso gracias a actores convincentes, un guión sólido e inteligente y una realización de primera clase.

18 de noviembre de 2012

‘Submarine’

Las primeras noticias que me llegaron sobre ‘Submarine’ fue acerca de su banda sonora, un EP con canciones compuestas por Alex Turner (Arctic Monkeys, The Last Shadow Puppets). El disco era bastante interesante y desde entonces –hace unos dos años– he tenido curiosidad por ver la película. Esta producción británica fue realizada en 2010 por Richard Ayoade, conocido por el gran público por ser Moss en la comedia de situación ‘The IT Crowd’. Lo que nos ofrece en esta cinta es básicamente un ejercicio visual de estilo, reinterpretando la herencia sobre todo de los realizadores franceses de los sesenta, setenta y ochenta (me viene a la mente el trato de la adolescencia de Louis Malle o de François Truffaut. El hecho de que la historia transcurra en algún momento de los años ochenta sirve a Ayoade para aplicar una textura avejentada (mirad esos rótulos que aparecen sobreimpresionados de vez en cuando) a su película que le da mucha más credibilidad.

El joven Oliver está pasando por un momento crucial de su vida. Es un chico inteligente, metódico e introvertido. Su mundo interior a menudo supera al que le rodea. Sus padres hace ya tiempo que no se llevan excesivamente bien. Su madre se ve a menudo con un antiguo amigo de juventud que se dedica a dar charlas místicas sobre el poder de los colores. Pero un día conoce a Jordana, con quien mantendrá una extraña relación a medio camino entre la realidad y la ficción.

‘Submarine’ tiene un punto fuerte que es también su punto débil. Ayoade se centra demasiado en las formas, en la realización, en la estética. Esto por un lado está muy bien porque nos ofrece un espectáculo fresco y sorprendente, pero por otro diluye algo la historia hasta llegar a ser algo confusa. Tampoco sé muy bien si el tono caricaturesco que tiene en ocasiones la cinta es intencionado o no. Quiero pensar que sí. En cualquier caso, si te gusta la estética «british», la música de Alex Turner, los ejercicios visuales y las historias de amores juveniles, no deberías perdértela.

23 de octubre de 2012

‘Elena’

El cine ruso actual, a pesar de ser muy desconocido para el gran público, es una mina de hallazgos. Si ya nos sorprendimos con el cine puro de Tarkovski y de su principal discípulo Sokurov, el tercero en discordia es Andrei Zvyagintsev. De Zvyagintsev ya vimos por aquí ‘El Regreso’ (2003) y ‘El Destierro’ (2007) y lo cierto es que, aunque ‘Elena’ (2011) tiene el sabor críptico y enigmático de sus predecesoras, el camino que el realizador ha tomado es mucho más personal. Se aleja por tanto cada vez más de su mentor y maestro, apostando por un cine neutro y naturalista, pero a la vez comprometido política y socialmente.

Elena es una mujer mayor casado en segundas nupcias con un médico acaudalado. Su relación, aunque correcta, parece bastante fría. Ella proviene de una familia de clase baja y con una familia en situación económica complicada. Los acontecimientos se precipitan cuando el hombre sufre un infarto. Elena no desaprovechará la oportunidad de hacer lo mejor para los suyos.

Zvyagintsev convierte al espectador en testigo de las andanzas y las maniobras de Elena. Los largos planos secuencia recogen con un realismo y una eficacia apabullante la distante relación del matrimonio y también las relaciones que tanto ella con su hijo como él con su hija mantienen. De hecho, estas dos relaciones paralelas se puede considerar el eje de la trama y el verdadero sentido de la película. ¿Qué haría un padre o una madre por sus hijos? ¿Y al contrario? Como siempre ocurre en este tipo de cine, el magnífico guión se sostiene en unos actores excelentes. En principio cine difícil para el neófito, aunque mucho más asequible que el de Tarkovski o Sokurov.



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