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La bitácora personal de Ricardo Martín
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2 de abril de 2013

El nuevo puente de Zamora

El pasado mes de marzo se inauguró el quinto puente urbano que cruza el Duero a su paso por Zamora. Han sido algo más de tres años de construcción durante los cuales he estado atento a fotografiar las obras cada cierto tiempo. Aquí os dejo sólo una pequeña muestra de todas esas imágenes. Y pronto en mi web ‘Zamora en Imágenes’ tendrá también su sitio:

12 de noviembre de 2012

La Peña Mora de Villaseco del Pan

Hace unos meses publiqué un artículo acerca del descubrimiento de unas tumbas en lo que hoy es el Parque de León Felipe y el edificio de Servicios Múltiples de Zamora. La noticia fue extraída de un libro curioso, llamado ‘Memorias Históricas de Zamora’ de Cesáreo Fernández Duro. En ese volumen también encontré otro texto que me llamó mucho la atención. Decía lo siguiente:

Peña Mora y su cueva están dentro de la formación granítica, en el término de Villaseco, y en el punto en que el arroyo Carrascal desemboca en el Duero.
Tres altos prismas de granito constituyen esta altura. El del centro presenta una pila perfectamente circular y de medio metro de diámetro, caso curioso de descomposición.
EN la ladera NO. se abre la sima de la Mora, ancho boquete, que se estrecha a poco, siguiendo la dirección EO., para torcer rápidamente en dirección al río, con el cual, sin duda, comunica. […]
La tradición ha transmitido la fábula de que la altura de Peña Mora se vio un día desde las llanuras contiguas sembrada de alhajas y piedras preciosas, que el brillo del sol hacía relucir con hermosos fulgores. Atraídas las gentes por el espectáculo de aquella riqueza hasta lo alto de las peñas, vieron de repente desaparecer el tesoro y perderse en la oscuridad de la sima y en el laberinto de sus subterráneas galerías, como conducido por invisible mano. […]

Con esos datos de localización me puse a investigar un poco sobre los mapas. Me situé sobre la zona y pronto descubrí un lugar llamado Peña Mora, justo a la ribera del Duero y poco antes de la desembocadura del río Esla, a unos veinte kilómetros al oeste de Zamora y a kilómetro y medio de Villaseco del Pan. A falta de poder acercarme hasta ese punto, buscando por internet encontré algunas fotografías. que pertenecen a la web de la casa rural «El Ciruelo Rojo» de la localidad de Villaseco. Lo que puede verse es una especie de «torreón» granítico de aspecto artificial, aunque evidentemente es natural. Por lo que he podido ver en su interior existe una cueva, donde los paisanos de la leyenda piensan que se escondieron las riquezas.

Si finalmente visito el lugar escribiré una segunda entrega con mis impresiones sobre el terreno. ¿Tendrá la leyenda algunas trazas de realidad?

24 de agosto de 2012

El «vuelo americano» de 1956

En el mundillo de la cartografía y en especial de las fotografías aéreas destinadas a la elaboración de mapas se conoce como «vuelo americano» aquel vuelo fotogramétrico que fue realizado por el servicio cartográfico del ejército estadounidense (el Army Map Service) a través de la USAF entre marzo de 1956 y septiembre de 1957. Se trató de un proyecto completamente militar, tanto en los medios utilizados como en su finalidad. En la práctica se trató del primer vuelo sistemático de estas características que se realizó a nivel nacional, incluyendo también las posesiones españolas del norte de África y Canarias.

El «Proyecto Español», como así se llamó, comenzó justo después de que el USAF realizara el mismo trabajo en Italia. Por entonces, los Estados Unidos estaba en plena estrategia de combate del comunismo, y España era un punto clave de esa estrategia, tanto a nivel geográfico como político. En ese marco hemos de entender el acuerdo entre el gobierno de Franco y el ejército estadounidense para la realización de un proyecto de enorme envergadura y –supongo– coste. Pero no era la primera vez que esta colaboración se producía. Como se indica en el trabajo ‘Los Mapas de España del Army Map Service (1941-1953)’ [PDF] de Luis Urteaga, Francesc Nadal y José Ignacio Muro, los norteamericanos llevaban años confeccionando cartografía sobre España. En este mismo artículo se habla de un olvidado vuelo fotográfico de la USAF ya en los años cuarenta.

El plan establecido eran utilizar seis aviones Beechcraft RC-45 con sede en el aeródromo de Getafe (Madrid) y con los de León, Zaragoza, Sevilla, Albacete, Palma de Mallorca, Barcelona, Valencia y norte de Marruecos como apoyo. Las cámaras montadas eran Fairchild T-11 de gran formato para fotografía aérea y lentes Metrogon de 6 pulgadas con un f/6,3. El negativo utilizado era de 70mm, con lo que ofrecía una definición notable.

Hasta hace muy poco tiempo, la existencia de estas imágenes aéreas era desconocido para casi todo el mundo. En 2011 las autoridades militares, a través del Centro Geográfico del Ejército de Tierra (CEGET), llevaron a cabo el proyecto de digitalización de los 60.000 fotogramas almacenados en 600 bobinas que componen el «vuelo americano». Hoy día, todo ese material ha sido transferido a las comunidades autónomas y a las confederaciones hidrográficas que, por lo general, las han puesto en internet libremente a disposición del público en imágenes de formato TIFF de alta calidad. En el caso de Castilla y León, estas imágenes pueden consultarse mediante el FTP del Instituto Agrario de Castilla y León.

Por supuesto, lo que más me interesaba es buscar esas imágenes aéreas de la ciudad Zamora que serían, al menos hasta el día de hoy, las más antiguas que se han realizado. Concretamente están tomadas en octubre de 1956 y permiten a los curiosos como yo, escrutar e imaginar cómo sería la Zamora de los años cincuenta. Lo primero que llama la atención es la incipiente urbanización de los terrenos fuera de las murallas. La avenida de Requejo y la de las Tres Cruces se muestran como las avanzadillas de esta expansión que tendría su explosión en los años setenta. La Opinión de Zamora dedicó un artículo en marzo al «vuelo americano».

NOTA: Muchos de los datos de este artículo han sido extraídos de este documento [PDF] elaborado por la Confederación Hidrográfica del Segura.

21 de agosto de 2012

Tumbas antropomorfas en pleno centro de Zamora

A veces ojeando viejos libros sobre historias de Zamora uno se encuentra con cosas curiosas que, al menos, merecen cierta atención. Ayer mismo leía apresuradamente ‘Memorias Históricas de la Ciudad de Zamora’ del historiador Cesáreo Fernández Duro. Un volumen antiguo que, aunque virtual, se notaba su origen decimonónico. El capítulo que leía era una recopilación de notas y apuntes de otros historiadores, casi como prólogo al erudito recuento de hechos relevantes de la historia de Zamora que vendría en las siguientes páginas. Allí di con una carta remitida por Tomás Garnacho a la Real Academia de la Historia, bajo el título de ‘Informe dirigido a la Real Academia de la Historia acerca de unos sepulcros descubiertos en Zamora, por don Tomás M. Garnacho.’ (Aquí el manuscrito original). Esta nota decía lo siguiente:

A poco más de 400 metros de las murallas, en dirección al Oriente de la ciudad y en el camino que desde la puerta de Santa Clara dirige al Duero por la ermita de la Peña de Francia; antes del bifurque del que conduce a la Huerta de las Pallas y caserío de la Aldehuela; contiguas a la pradera llamada el Prado Tuerto, hace años que se ven marcadas en la roca por donde va la senda, algunas líneas en forma de trapezoide, que señalan varias sepulturas llenas de tierra, apelmazada por el tránsito.

Si bien no pasaban inadvertidos estos signos tan característicos para muchos de los que transitaban por aquella vereda, lo cierto es que ninguno se había determinado a destapar los sepulcros […]

Sin embargo, unos curiosos, movidos hace algún tiempo por la noticia que de la existencia de estas sepulturas el Sr. D. José Alonso Manjón les había dado, y por el anhelo de encontrar monedas antiguas, hicieron la exhumación de los huesos que contenían algunas de ellas, sin encontrar lo que buscaban; y últimamente, el mismo Sr. Manjón, hoy teniente de alcalde, con el celo que se distingue y en la esperanza de ser más afortunado, hizo abrir otras, días pasados, cubiertas con losas de pizarra, con la poca suerte de no hallar tampoco objeto alguno que revele la época a que pertenecen, pero sí un cráneo, que recogió cuidadoso.

Estos sepulcros, en número de diez o doce, están abiertos a pico en la roca pudinga que constituye la formación de la mayor parte de la meseta en que está asentada Zamora, sin guardar alineamiento entre sí, pero ofreciendo la particularidad de estar todos mirando al oriente.

Sus dimensiones son generalmente las ordinarias, aunque hay algunos más pequeños; siete pies de longitud por tres y medio de profundidad. Los más tienen la forma de ataúd, y en varios se advierte mayor anchura hacia la parte que ocupan las caderas.

En la embocadura de los sepulcros tienen todos labrada a cincel una muesca para el encaje de la tapa, a fin de que no gravitara esta sobre el cadáver, y abierto en el fondo un hueco semicircular, donde se amoldaba y descansaba la cabeza. Las tapas de las sepulturas, según las dimensiones de las muescas donde descansaban, debían ser gruesas y labradas de la misma roca, la circunstancia de estar algunas cubiertas con pizarras, y muchas sin ellas, y solo llenas de tierra, demuestra que ya en antiguos tiempos han debido ser exhumados los cadáveres que contenían, y utilizado tal vez las tapas de piedra para otros usos, a lo que hay que añadir que el número de esos sepulcros debió ser mayor, según los que, destrozados por los barrenos para explotar la roca o utilizar el terreno para labor, se distinguen en el confín del camino y el sembrado adyacente.

Garnacho explica que adjunta un croquis de esas tumbas, pero lamentablemente ni en los manuscritos ni en el libro de Fernández Duro se reproduce el mismo. También la localización exacta del lugar es como mínimo ambiguo hoy día. En el siglo XIX, la zona extramuros del este de la ciudad era un conjunto de ruinas antiguas de monasterios (el de San Benito por ejemplo), tierras de labranza y caminos que se cruzaban. Podemos hacernos una idea viendo el plano que dibujó Francisco Coello en 1865, donde el mundo urbano de Zamora terminaba en las murallas:

Pero poco a poco conseguí algunas pistas más que arrojaron luz sobre el asunto. Primero, algo tan simple, pero tan revelador, como la toponimia. Después de haber acotado la zona de búsqueda a unos 400 metros de las murallas en dirección este y al camino que conducía a la Huerta de las Pallas y la Ermita de la Peña de Francia (ese camino probablemente se hayan transformado en las calles Leopoldo Alas Clarín y calle Magallanes), descubro que la calle que separa el antiguo edificio de la delegación provincial del Banco de España y el de los servicios múltiples recibe el nombre de Prado Tuerto. Desde luego ese nombre no es arbitrario y se corresponde con ese antiguo lugar. La distancia entre la antigua puerta de Santa Clara y el edificio del Banco de España arroja una distancia aproximada de 450 metros, con lo que las piezas encajan.

Terminan de encajar cuando, buscando más datos, me encuentro con el trabajo ‘El Conjunto Cerámico de la calle Obispo Acuña de Zamora’ [se descarga archivo PDF] realizado por Hortensia Larrén y Araceli Turina. En él se detallan los hallazgos arqueológicos durante las labores de excavación de los cimientos del número 33 de la calle en los primeros años noventa. Para contextualizar este descubrimiento se enumeran algunos antecedentes en la zona. Y es aquí donde otra pieza encaja:

[…] Sabemos de la existencia de restos humanos –¿enterramientos?- y fragmentos cerámicos –entre ellos una posible pieza de telar, lanzadera o pesa de red de pescar hecha en arcilla micácea– y varias sepulturas de tipo antropomorfo, –muy probablemente una necrópolis a juzgar por las informaciones recibidas– hallados al hacer los actuales Banco de España y Edificio de Usos Múltiples en el lugar conocido como «Prado Tuerto», y de donde procede un «cuchillo», depositado en el Museo de Zamora (Soler, 1993: 217; Civitas, 1993), aunque ninguno de los casos citados ha podido ser confirmado arqueológicamente.

Por último, en una zona no muy lejana, la antigua Huerta de las Pallas, hoy en las inmediaciones del puente de los Tres Árboles, también existen noticias de descubrimientos arqueológicos similares en fechas recientes. Así lo testimonia el ‘Catálogo Arqueológico de Zamora’ [PDF], editado por el Ayuntamiento en junio de 2011. En el se recopilan con bastante detalle todas las actuaciones que han tenido lugar en el entorno urbano de la ciudad. La ficha nº 21 (página 173) está dedicada a la actuación en Las Pallas.

Como conclusión, y vistos todos estos datos, yo me pregunto si, tanto los restos de cerámica de Obispo Acuña, como los hallazgos de Prado Tuerto y de Las Pallas, no formarían parte de un mismo núcleo, de una población perdida y alejada de lo que ha sido la ciudad de Zamora hasta hace poco más de un siglo, de un lugar (quizás prehistórico, quizás medieval) del que ya no tenemos ninguna noticia. Ojalá lo sepamos alguna vez.

28 de julio de 2012

La bicicleta como transporte y no como deporte

A pesar de que la conciencia del urbanismo sostenible está cada vez más extendida entre la gente, parece que siempre encuentra algunos reductos de resistencia. El progreso mal entendido ha llevado a muchas ciudades a ser ocupadas por los coches y otros vehículos a motor en detrimento de las personas. Y parece que ese asfalto que todo lo cubre cubre también los cerebros de algunos ediles de nuestros ayuntamientos. Salvo honrosas excepciones, ciudades que podrían perfectamente adoptar sin apenas coste la implantación de «carriles bici» debidamente señalizados, no lo hacen; no ya ahora con la crisis de deuda que atenaza a la mayoría de los consistorios, sino en la «época buena». Da la impresión de que hasta la fecha, la construcción de vías para ciclistas era más un asunto de deportes que de movilidad urbana. La mayoría de estos carriles se encuentran circunvalando las ciudades, pero no tienen continuidad ni enlace posible con los centros urbanos. Se convierte así en un circuito fuera de contexto al que acceder puede ser hasta peligroso.

La bici en entorno urbano: Cáceres versus Zamora

Un caso de circuito para bicis es el de Cáceres. La ciudad cuenta con unos cuantos kilómetros de carril que circundan la ciudad de norte a sur, de este a oeste, de forma que es posible rodearla casi en su totalidad. El problema viene cuando uno quiere utilizar la bicicleta para moverse por el centro: resulta como mínimo arriesgado. Tal y como está organizada, la ciudad es un absoluto caos para los vehículos a motor, cuanto más para los ciclistas. En el centro apenas hay calles peatonales o semipeatonales, las aceras son casi siempre estrechas y los aparcamientos para coches ocupan zonas inverosímiles del casco histórico. Ciertamente, así eran la mayoría de las ciudades hace treinta años, pero no ya hoy.

El caso de Zamora es bastante diferente. Tiene gran cantidad de calles peatonalizadas y lo suficientemente amplias como para que convivan peatones, ciclistas y furgonetas de reparto. Los obstáculos, sobre todo dentro del recinto amurallado, son mínimos, y puede circularse el bicicleta sin problemas desde, pongamos, el Parque de la Marina hasta el parque del Castillo, en muy pocos minutos. Fuera de esta zona, la cosa se complica, aunque tampoco mucho. Si finalmente se reforma algún día la avenida de las Tres Cruces, podrían ampliarse las aceras para construir sobre ella (o al menos habilitar una zona) un carril bici que llegara hasta el cruce con la avenida de Cardenal Cisneros, siendo esta una buena conexión con la vía ciclista que rodea toda la ciudad. Es tan sólo un ejemplo de los muchos posibles.

La realidad es que sólo hace falta voluntad política y cambio de mentalidades. Los servicios de alquiler de bicicletas están muy bien, pero también es necesaria una infraestructura lo suficientemente segura como para poder utilizarlas eficazmente y sin peligro. Y que los ciudadanos además lo percibamos así.

¿Casco o no?

Se está comentando mucho sobre si la nueva legislación sobre seguridad vial obligará a los ciclistas a llevar casco incluso dentro de las ciudades. Si finalmente esto se confirma, supondrá una excepción, un obstáculo y un elemento inútil. Excepción porque en ningún país de la Unión Europa es obligatorio el uso del casco en los trayectos urbanos. Y un obstáculo porque supone un estorbo el tener que contar siempre con un elemento que hemos de llevar en alguna parte mientras no lo utilizamos. El uso de la bici deja en parte de tener ese sentido práctico que queremos. La inutilidad viene porque en países del mundo (concretamente Australia y Nueva Zelanda) donde se ha implantado esta obligación, no se ha producido una reducción en el número de lesiones en la cabeza.

Esperemos que llegue pronto el día en el que merezca la pena comprarse una bicicleta para sustituir al autobús urbano o –sobre todo– al coche a la hora de ir a trabajar o a la compra y no solo para dar vueltas a un circuito los domingos por la mañana. Al menos haremos todo lo que esté en nuestra mano para conseguirlo. Si queremos ser europeos, también hemos de serlo en esto.

2 de julio de 2012

Gustave Doré y la visión romanticista de Zamora

En 1862, el grabador, dibujante y pintor francés Gustave Doré consiguió convencer a Charles Davillier, un acaudalado coleccionista de arte, para que realizara con él un viaje por España. El resultado iría publicándose por entregas dentro de la revista parisina de viajes y aventuras ‘Le Tour Du Monde’. Davillier aceptó y juntos crearon una peculiar obra que sirve como testigo (probablemente muy distorsionada por la visión romanticista de ambos y sus inevitables prejuicios) de un lugar y una época.

Su viaje comenzó en la frontera de La Jonquera, y de aquí por toda la costa levantina y andaluza. Son memorables sus incursiones por el interior. Doré dedica varios de sus dibujos a la Alhambra de Granada, idealizada por el romanticismo. También los capítulos dedicados a Córdoba y Sevilla son amplios. De aquí se dirigen hacia La Mancha, seguramente con el ideal de Don Quijote en la mente. Después una interesante visión de Madrid, con minuciosos dibujos de algunas de la calles tal y como se veían en la época. Extremadura, Salamanca y, vamos a lo que nos interesa, Zamora.

Por desgracia, Doré y Davillier no parecieron especialmente impresionados a su paso por la provincia zamorana. La despachan en unas pocas líneas que os reproduzco aquí:

La carretera de Salamanca a Zamora, que recorrimos en seis horas con la diligencia, no ofrece puntos de especial interés. Sin embargo Doré hizo un buen uso de su tiempo dibujando una pareja de «civiles» –la policía de España–, que desfilan por las calles bajo la luna, y también un funeral, una escena simple, pero conmovedora: El cuerpo de un campesino tendido en un carro, el rostro cubierto, tirado por dos bueyes, y seguido por sus amigos y familiares. También dibujó a un grupo de mendigos y, en una pequeña aldea en la que se detuvo, una guapa granjera de pavos que posaba para su retrato con mucha complacencia. Zamora es una pequeña ciudad que todavía parece pertenecer a una época pasada, aunque el ferrocarril la ha puesto en comunicación con Medina del Campo. Se pretende continuar la línea hasta la frontera de Portugal, a unos cuarenta kilómetros de distancia. La catedral y las ruinas del palacio de Doña Urraca son casi los únicos objetos de interés de la ciudad. Doña Urraca, una princesa que vivía en el siglo XII, jugó un papel importante en el Romancero del Cid. Durante la Edad Media, Zamora fue llamado «La Bien Circada». «Zamora no se tomó en una hora», dice el proverbio. La ciudad se hizo famosa durante la guerra de los Comuneros de Castilla, cuando el obispo de Zamora, ordenó en persona a un batallón de lucha contra los sacerdotes que él mismo había formado.

Al día siguiente nos fuimos a Toro, otro carece de importancia, antigüedad, de aspecto indolente, que no cuenta con ninguna industria especial. La región circundante es, sin embargo, fértil y produce un trigo excelente. El Duero, paralelo a la carretera, y que pasa por la ciudad, debe ser una corriente bastante notable, así como un valioso recurso de los indígenas, que comparan sus aguas nutritivas con el caldo de pollo.

6 de mayo de 2012

Videoarchivo: El casco antiguo de Zamora en 1994

Debía ser una tarde de abril de 1994 cuando, cámara y trípode en mano, me puse a registrar en vídeo algunos monumentos del casco antiguo de Zamora. Aquellas secuencias formarían parte de la introducción del vídeo de Semana Santa que estaba grabando por entonces. En 2010 recuperé esas cintas en Video 8 para digitalizarlas. Desde entonces habían permanecido en un disco duro esperando a ser «rescatadas» y publicadas. Eso es precisamente lo que he hecho.

Estas secuencias son ahora pura historia. Muchas cosas han cambiado en el casco antiguo de Zamora desde entonces. La Catedral o el Castillo han sido rehabilitados, junto con su entorno, el edificio del Museo Etnográfico comenzaba su construcción en la plaza de Viriato, por citar sólo algunos de esos cambios. En el futuro espero recuperar más vídeos de mi archivo, tanto de Zamora como de otros lugares de España.



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