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La bitácora personal de Ricardo Martín
Comentando cosas desde 2004
29 de diciembre de 2015

‘Número Cero’ de Umberto Eco

Hace más de veinte años leí la más exitosa novela de Umberto Eco, ‘El Nombre de la Rosa’. Aquel fue mi primer y hasta ahora único contacto con el autor italiano. Siempre ha tenido fama de difícil y de una erudición que plasmaba en sus libros gratuitamente. Quizás para quitarse ese sambenito o a saber por qué, publica ‘Número Cero’. Es una novela que poco o nada tiene que ver con ese tópico.

Corre 1992 y un magnate de las comunicaciones encarga a un equipo de periodistas de poca monta un proyecto de diario que será un arma de chantaje para determinados poderes económicos y sociales. Usando técnicas sutiles se propondrá destruir, desacreditar, poner bajo sospecha, a determinados personajes e instituciones. Uno de ellos –algo paranoico– comienza una investigación comprometida que descubre una conspiración orquestada por elementos del estado italiano con la intención desestabilizar el país y crear un nuevo orden político con la ayuda de los servicios secretos norteamericanos.

La historia que desarrolla Eco en esta obra, aunque transcurra en 1992, es de actualidad. Es el poder de los medios para deformar y transformar la realidad a su antojo, guiados por intereses a menudo poco confesables. ‘Número Cero’ es una fábula, una parábola sobre la verdad, la ética periodística y la sutil manipulación que sufrimos a diario para crear un estado de opinión. Una buena lectura. 7/10

14 de diciembre de 2015

‘Principiantes’ de Colin MacInnes

Hace nada he terminado de leer ‘Principiantes’ (‘Absolute Beginners’) de Colin MacInnes, una novela que hacía años que quería conseguir sin éxito. Pero ha sido por fin ahora cuando he podido hacerlo. Escrita por un entonces chico de la clase alta londinense aficionado a perderse por los bajos fondos de la capital del Támesis a finales de los cincuenta, la novela de 1958 supuso la revelación al mundo de toda una generación de adolescentes británicos que comenzaban a tener cierto poder adquisitivo después de las estrecheces de la posguerra y no se sentían identificados con los jóvenes «mainstream» de la época, los teddy boys. Jugaban a ser sofisticados, cosmopolitas, amantes de la ropa italiana y del jazz moderno. Cultos y defensores de la multiculturalidad.

La generación de los «principiantes absolutos» fue el embrión de lo que en la década posterior fue una de las piedras angulares (en mi opinión la más sólida y menos frívola) de los movimientos culturales juveniles: el movimiento mod. En ‘Principiantes’ encontraremos ya esa obsesión por la música y por la ropa y, no sabemos si accidentalmente, aparece ya la vespa, otro símbolo imperecedero…

La novela nos cuenta la historia de un chico de suburbio, desarraigado, pero que consigue salir adelante gracias a sus trabajos como fotógrafo. La relación con su familia, especialmente con su madre y su hermano, es mala. Se refugia en una troupe de amigos y amantes a cada cual más pintoresco de los bajos fondos. Se mezcla en los tugurios de jazz con negros (a los que siempre defenderá cuando las cosas se ponen feas), con prostitutas, travestis y demás fauna sin la más mínima maldad y con una candidez sorprendente.

La influencia que ‘Principiantes’ ha tenido en la cultura popular ha sido enorme. Hasta el punto de que posiblemente el imaginario de la juventud de los años sesenta no sería el mismo si este libro no hubiera sido escrito. En 1986, Julien Temple, dirigió una polémica adaptación cinematográfica más cercana al videoclip que a un reflejo fiel de la obra escrita. Contó, tanto en la banda sonora como delante de las cámaras con gente como David Bowie o Sade. También la banda Los Flechazos dedicó en 1991 una canción a la protagonista femenina, Suzette en un tema homónimo:

8 de agosto de 2015

‘El Diccionario de Lemprière’

El final del siglo XVIII en Europa fue un periodo convulso. No en vano, supone el fin de la era absolutista, de la superstición religiosa y el comienzo del humanismo, la revolución industrial y la democracia parlamentaria tal y como la conocemos hoy. En las principales ciudades del viejo continente se vivían revueltas, no sólo políticas sino también puramente laborales. Las máquinas estaban quitando el trabajo, por primera vez en la historia, al ser humano. Es también el momento de la reacción, la búsqueda del esoterismo, el surgimiento de la nueva masonería, la masonería moderna, y los conciliábulos conspiracionistas estaban a la orden del día. Este sería, a grandes rasgos, el contexto histórico en el que se desarrolla ‘El Diccionario de Lemprière, una novela escrita por Lawrence Norfolk en 1991 –y publicada en España en 1994–.

En 1788, un lexicógrafo y erudito inglés procedente de la isla de Jersey, publicó un diccionario sobre mitología clásica. Un compendio de conocimiento acerca de los mitos de las culturas del pasado. Hasta ahí los hechos reales. El John Lemprière de la novela es un personaje joven, inseguro, lo que hoy llamaríamos un «friki» de lo clásico, un ratón de biblioteca hasta sus últimas consecuencias que proviene de una antigua familia de comerciantes marítimos venida a menos. Tras la extraña muerte de su padre, el descubrimiento de determinados documentos le llevan a Londres. Comienza a desenvolverse en un entorno un tanto extraño. Mientras busca las razones de la muerte de su padre, intereses ocultos –y muy poderosos– intentarán que su misión fracase.

Puede que leyendo esta introducción a la novela uno se lleve una impresión equivocada de lo que es ‘El Diccionario de Lemprière‘. No es una obra fácil ni corta. Sus setecientas páginas repletas de referencias mitológicas detallistas hasta lo enfermizo, sus descripciones barrocas y a veces surrealistas –pero siempre originales e imaginativas– y su despliegue sin fin de conocimientos de vocablos navales pueden descolocar y desanimar a más de uno. Y no les culparía. Entiendo que Norfolk buscaba en cierto modo un armazón enrevesado y hasta alocado para su historia, y cubrirlo además de un barniz de erudición un poco gratuita –o un mucho, depende de las opiniones–. Pero a pesar de todo, si uno tiene paciencia, una base cultural mínima, puede disfrutar de muchos de los pasajes del libro, aunque siempre existen momentos áridos.

‘El Diccionario de Lemprière’ a pesar de la madurez de su escritura, de su forma y fondo, fue escrito cuando su autor tan sólo contaba con 28 años. Para muchos, Norfolk es algo así como el Umberto Eco de las islas, con sus virtudes y sus defectos. 6,5/10

15 de abril de 2015

‘Indies, Hipsters y Gafapastas’

Han pasado ya más de cinco meses desde que se publicara ‘Indies, Hipsters y Gafapastas. Crónica de una Dominación Cultural’ de Víctor Lenore. Tenía muchas ganas de leerlo, pero hasta ahora no he podido hacerme con un ejemplar. A su publicación le sucedió una ola de reacciones de todo pelaje. Básicamente, Lenore ajusta cuentas con su pasado como redactor de revistas como Rockdelux, dejándose llevar por la modernidad y las tendencias hasta que un día dijo basta y decidió escribir sobre ello.

El resultado es un ensayo no muy prolijo y de fácil lectura en el que el argumento troncal, tal y como reza el subtítulo del libro, es una supuesta dominación cultural de los llamados «hipsters», tanto en las artes (cine y música principalmente) como en la economía. Estos «nuevos modernos» son falsamente comprometidos políticamente, elitistas, excluyentes y huyen de todo aquello que suene a «vulgar». El capitalismo actual los habría puesto de moda en suplementos culturales o en anuncios de televisión.

Esta premisa inicial que parece provocadora, interesante y con la que puedo estar de acuerdo, ha sido lo que me ha llevado a echarle un vistazo. Lo que me he encontrado poco tiene que ver con lo que esperaba. Como ya he leído por ahí en alguna crítica, Lenore cae en todos los pecados del converso que cree haber visto la luz verdadera y los defiende con la forma y el fondo de aquellos a quienes dice criticar: esto es, con citas a intelectuales crípticos y hace tabula rasa para generalizar la actitud de muchos movimientos culturales. Desde luego los que él llama «hipsters» no son un bloque monolítico. Hay muy pocos matices en un campo en el que el matiz puede cambiar por completo el sentido. A esto hemos de unir que hay argumentos encajados penosamente basándose en declaraciones cogidas con pinzas y a menudo sacadas de contexto.

Pero como digo, sí existe una idea subyacente que, a pesar de estar salpicada de argumentos cuestionables, comparto con él. Los nuevos barrios molones donde antes sólo había miseria y delincuencia (o sea lo que se llama la gentrificación) o la apropiación de la cultura popular por parte de la industria y los medios dominantes, son dos ejemplos muy claros. Pero sería un trabajo demasiado minucioso desbrozar todos los aspectos con los que estoy de acuerdo y con los que no, y además no viene a cuento. Que cada uno lo lea y saque sus propias conclusiones. Por cierto, lo mejor de todo el prólogo introductorio de Nacho Vegas.

8 de abril de 2014

‘El Francotirador Paciente’: Valiente pero fallida

Arturo Pérez-Reverte es uno de nuestros grandes novelistas. De eso no hay duda. Por calidad, cantidad y repercusión popular de sus obras. Por eso que el académico de la lengua se atreva a adentrarse en su última novela con el –a menudo– despreciado e infravalorado arte del grafiti es ya de por sí un punto a su favor. Algo a tener en cuenta. Por eso tenía mucha curiosidad por leer ‘El Francotirador Paciente’.

Pérez-Reverte nos cuenta la historia de una caza, la de Lex, una experta en arte urbano que recibe el encargo de encontrar a Sniper, un escurridizo y enigmático escritor de grafitis que es la sensación del momento. Su objetivo es convencerlo para que entre en el establishment del arte. Pero no será fácil. A través de Madrid, Lisboa, Verona y Nápoles, Lex vivirá diversas aventuras y profundizará en la personalidad de su presa.

No hace falta decir que la prosa de Pérez-Reverte es una de las mejores de nuestras letras, sin subterfugios. Es diáfana y precisa. Sin embargo, en ‘El Francotirador Paciente’ he tenido la impresión de que este estilo suena caduco en su mayor parte, como si –como efectivamente así es– se tratara de alguien muy alejado a este mundo. La sensación de que, aunque use palabras del gremio, lo cuenta desde fuera. Esto convierte a la obra en un relato de suspense, casi de espías, y sólo con apuntes al mundo del arte urbano. Cerré el libro con el mal sabor de boca de una decepción inesperada. Pensé que se había desaprovechado un tema amplísimo y con muchas posibilidades. Para colmo el final es tan atropellado e inesperado que uno no sabe que pensar…

12 de marzo de 2014

‘El Cielo Ha Vuelto’

Cada vez tengo más claro que esto de los premios, ya sean literarios, cinematográficos o de la industria musical, son como mínimo discutibles. Mi última lectura ha sido precisamente la ganadora de uno de los premios literarios más importantes en lengua castellana. El Premio Planeta 2013, fallado hace unos meses, otorgó el galardón a la novela ‘El Cielo Ha Vuelto’ de la autora alcarreña Clara Sánchez. No es la primera obra suya que leo pero sí –en mi opinión– su trabajo más flojo. Otros libros de esta autora que he leído son ‘Un Millón de Luces’ (2004) o ‘Últimas Noticias del Paraíso’ (2000).

La novela cuenta la historia de Patricia, una modelo en los últimos años de su carrera profesional. Durante un accidentado vuelo de vuelta de la India conoce a Viviana, una extraña mujer iniciada en el ocultismo. A raíz de ese momento, a Patricia comenzarán a ocurrirle diferentes sucesos extraños, siempre orientados a dañarla o acabar con su vida. Con la ayuda de Viviana intentará discernir quién es esa persona que le está deseando tanto mal. Pronto se obsesionará con el tema, tanto que le llevará a cometer locuras.

El estilo cotidiano, llano e informal de Clara Sánchez se mantiene en ‘El Cielo Ha Vuelto’, pero quizás con menos brillo y poesía, con menos trasfondo que en otras novelas suyas. Algunos de los personajes –yo diría que muchos, incluso protagonistas– parecen solo bocetos y carecen de alma propia. Aunque se mantiene la tensión y el enigma durante buena parte del libro, en cierto momento comienza a dejar de tener interés, al menos para mí. Afortunadamente es sólo un bache que se supera con un desenlace interesante.

26 de febrero de 2014

‘Rayuela’, un clásico difícil

Terminar de leer ‘Rayuela’ (1963) de Julio Cortázar supone todo un acontecimiento y un acto del que estoy orgulloso. Lo digo porque está considerado como un libro difícil. Efectivamente así es. En el momento de su publicación fue un choque, una ruptura con todo lo anterior. La novela latinoamericana estaba cambiando. Hoy podemos considerarla como una novela emblemática de una época en la que se ansiaba reformar las normas en el arte, y también en la política y en la forma de entender las relaciones personales.

Cortázar, el argentino más cosmopolita, reflejó en ‘Rayuela’ toda esa necesidad iconoclasta de dejar atrás todo lo establecido y, una vez conocidas las reglas, romperlas. Para ello se sirvió de una coartada en forma de personaje: Horacio Oliveira, un hombre de mediana edad extremadamente culto, arrastrado, descreído, algo pedante y esnob pero en el fondo muy vulnerable. La primera parte de libro narra sus andanzas en el París de los años cincuenta se reducen a formar parte del Club de la Serpiente, un círculo internacional de intelectuales amantes de la literatura y del jazz tanto como del alcohol y la juerga desmedida. Coprotagoniza la historia la Maga (o Lucía), una uruguaya con un hijo que parece vivir en un mundo bien diferente. Junto con el resto de los personajes, conforman un universo peculiar. Para mi gusto la mejor parte del libro con momentos de gran nivel (incluso humorístico) está en este primer bloque y es la historia de la concertista Berthe Trépat. La segunda parte se centra en la vuelta de Oliveira a Buenos Aires y su empleo en un circo de unos amigos primero y en un centro psiquiátrico después. De este bloque me gustó especialmente el pasaje de los tablones. Esa mezcla de absurdo y drama es insuperable. Por último, la tercera parte es sin duda la más prescindible. No aporta nada a la historia principal y puede llegar a irritar al lector más entregado. La componen recortes de noticias aparecidas en prensa, reflexiones sueltas, pensamientos sobre metaliteratura, relatos y algunos capítulos en los que aparece Oliveira, pero sin el brillo de páginas anteriores.

‘Rayuela’ es una novela (o «contranovela») difícil, pensada más para abrir una ventana a un mundo que para contar una historia. El hecho de que los capítulos puedan leerse en cualquier orden, ignorando algunos incluso, muestra el afán que tenía Cortázar por crear un universo más que una narración, donde los personajes tienen vida propia al margen de los ojos del lector y donde los hechos flotan en el tiempo y pueden ser «pescados» en cualquier momento. La prosa de Julio Cortázar, especialmente en los primeros capítulos donde despliega una prosa poética espectacular, es un prodigio del lenguaje. Sólo por eso merece la pena acercarse –poco a poco– a este clásico de lectura tan difícil.



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