24 de marzo de 2008
La verdad es que sólo me acuerdo de lo mal que lo paso en el bus cuando tengo que cogerlo. Y ayer fue uno de esos días. Los que no conducimos porque no tenemos coche (o no queremos tenerlo) tenemos que someternos a esa tortura china que son los autobuses interurbanos. Me parece un medio de transporte buenísimo si se hiciera con un mínimo de racionalidad. Pero por desgracia la mayoría de empresas del sector tratan de rentabilizar cada uno de sus viajes a costa de sacrificar el espacio vital de los sufridos pasajeros.
Lo de ayer ya clamaba al cielo. Yo, que tengo una altura dentro de la media, me tocaban las rodillas con el respaldo del asiento anterior y entre ese reposacabezas y mi pecho no había más de 30 centímetros, con lo que apenas se podía abrir un libro. Luego también está el agravante de la poca educación de algunos, que inclinan su respaldo hasta límites insospechados y convierten su plaza en una cama de hecho. Y no os creáis que paran cuando notan que algo se resiste a su ambición expansionista, ni siquiera cuando ese algo son mis pobres piernas.
Humor aparte, está bien que las empresas maximicen sus beneficios, pero pienso que por lo que cobran deberían ofrecer un mejor servicio. O al menos tener un servicio «business» en todas las líneas (ALSA sólo tiene clase Supra en algunos trayectos) al estilo de los buses «Express» de AutoRes. Tengo ganas de que la alta velocidad se extienda a lo largo y ancho de España para que este monopolio de las cuatro ruedas se termine… El transporte colectivo está bien, pero sólo si es de calidad y se ofrece en condiciones dignas.
23 de marzo de 2008
En tiempos siempre solía tener un papel en el bolsillo con libros, películas, temas para tratar aquí y otras cosas que se me ocurrían. Lamentablemente con el cambio de vida he perdido esa costumbre y con ella todos los papeles. Algunas veces me vuelve al primer plano de la memoria algún título suelto o algo que tenía apuntado en alguna de esas listas. Justo eso me ha pasado con ‘Nocilla Dream‘ (Candaya, 2007), la primera novela de Agustín Fernández Mallo (A Coruña, 1967). Ha tenido que publicar su segunda novela ‘Nocilla Experience‘ (Alfaguara, 2008) para rescatarla y por fin leerla estas vacaciones.
Justo antes de comenzar escuché vía podcast la entrevista que Toni Garrido le hizo en el programa ‘Asuntos Propios’ de RNE1 con motivo de su nuevo libro. Incluso la portada me llamó la atención con esa chica y ese póster de Belle & Sebastian… Pero tanta expectativa al final ha servido para que ‘Nocilla Dream‘ me decepcione. Está muy bien escrito y es muy imaginativo, pero no ha conseguido engancharme. Cada vez que lo retomaba me daba más pereza. La novela cuenta con un debilísimo hilo argumental formado por pequeños capítulos de una página, sin aparente relación entre ellos. Por eso tampoco sabía si tomármelo como una historia única o como una recopilación de relatos, algunos sobre cine, informática, criptografía, sobre física, sobre música o sobre astronomía. Todos ellos forman el particular universo del autor.
Me gustó el guiño de Fernández Mallo a las micronaciones (una de mis aficiones sobre las que he escrito en rmbit y en rmweb) dedicándole varios capítulos. Otro guiño es el que hace al tema de la ilegibilidad de los formatos digitales en el futuro (que también he tratado aquí). Con todo esto quiero decir que cada una de las partes es más apreciable por sí misma que dentro del conjunto…
22 de marzo de 2008
Como vengo a Zamora cada mucho tiempo, siempre que lo hago hay alguna nueva obra, alguna reforma, algún novedoso desaguisado o algo que comentar. En esta ocasión por fin compruebo que las obras de la plaza de Alemania han finalizado. Aunque ya había comentado el asunto de las farolas, no había visto la fuente que han instalado ni el ingenioso sistema para que cuando sopla fuerte el viento no se convierta en un gigantesco aspersor. Cuestiones urbanísticas aparte, me parece que no ha quedado mal del todo.
La segunda reforma que me he encontrado terminada es la de la plaza del Maestro. Aquí he comprobado sobre el terreno que el «nuevo estilo zamorano» de remodelar los espacios públicos sigue vigente. Me refiero a las ya famosas planchas de granito gris (¿chino? ¿de Sayago? nunca lo sabremos) que cubren toda la superficie de la plaza y los irrisorios espacios verdes. O sea, una plaza más destrozada y convertida en explanada anodina.
Pero no todo iban a ser críticas. El tercer lugar de mi particular revisión es la plaza de Sagasta. Y me parece que es una de las plazas más decentes de la última reforma urbana (lo de los puntos cardinales queda bonito) aunque posiblemente yo lo hubiera hecho de otra manera.
A la conclusión a la que llego es la de siempre: demasiado granito, demasiado gris, demasiados ángulos y esquinas. Para mi gusto queda muy triste y un poquito más de color no vendría mal o una combinación de pavimentos diferentes para romper esa homogeneidad tan… homogénea. ¿A nadie se le ha ocurrido?
21 de marzo de 2008
Siempre tuve ganas de ver esa serie que ponían hace ya bastantes años en la tele a horas intempestivas llamada ‘Doctor en Alaska’. Igual que otras muchas, ‘Doctor en Alaska’ se ha convertido en objeto de culto y adoración por fans de todo el mundo, pero yo no había visto ningún capítulo entero. Así que me puse a ello y a día de hoy ya he visto la primera temporada y en breve comenzaré con la segunda.
La primera impresión que me dejó fue de que había perdido originalidad a lo largo del tiempo. Ha envejecido mal. Desde 1990 (año de estreno de la primera temporada) el auge de las telecomedias hizo que se rodaran infinidad de ellas, muchas muy originales (y geniales). Pero como digo esta fue mi primera impresión. La segunda fue bastante más positiva. Introducirse en un mundo ajeno por completo a lo que entendemos por civilización, con un elenco de personajes a cada cual más estrambótico, no deja de tener su encanto.
Y es que ‘Doctor en Alaska’, más que una serie de situaciones, es una serie de personajes. Todo el peso recae sobre ellos y sus vidas. El joven doctor de Nueva York recién salido de la universidad es testigo de excepción del plácido (y a veces no tanto) discurrir del tiempo.
Pero aún me quedan muchos capítulos por ver de las seis temporadas de que consta la serie y supongo que poco a poco iré entrando en ese extraño mundo de Cicely, el pueblo perdido en la «costa azul» de Alaska, y de sus protagonistas…
19 de marzo de 2008
Cuatro horas de viaje en bus. Muchos paisajes diferentes que pasan ante mis ojos. Compañeros accidentales de butaca no siempre agradables. Aburrimiento… y mucho tiempo libre. Una opción es leer un libro y otra cargar mi iPod con música y dedicarle el tiempo suficiente a un buen puñado de discos que creo que se lo merecen. Así que refresqué el contenido de mi vetusto reproductor mp3 con:
18 de marzo de 2008
En la todavía corta historia de los videjuegos existe un puñado de ellos que, aunque no fueron diseñados para triunfar, han perdurado por algún extraño misterio a lo largo de los años. Videojuegos que ya hace décadas que están fuera de los circuitos comerciales pero que siguen teniendo gran aceptación entre nostálgicos y nuevos jugadores. Uno de esos raros ejemplos es el ‘Transport Tycoon’ y su mejora el ‘Transport Tycoon Deluxe’.
Todo comenzó en 1994 cuando Chris Sawyer, un programador escocés, lanza a través de Microprose un juego de simulación de transportes. Para la época fue un hito inesperado y una fuente casi inagotable de entretenimiento debido a su versatilidad. Nos convertíamos en un empresario de transportes cuya misión era, en un mapa repleto de ciudades e industrias, conseguir sacar adelante el negocio a través de la construcción de carreteras, líneas de ferrocarril, líneas aéreas y marítimas para llevar de un lado a otro todo lo que se nos pusiera por delante: materias primas, productos elaborados y viajeros. Se debía contar con la economía, la inflacción, la competencia de otras empresas y los desastres naturales. En 1995 se lanzó la versión Deluxe, mejorada respecto al original.
Pronto se convirtió en un videojuego adorado por todos aquellos que le habíamos dedicado muchas horas. Yo lo descubrí hacia 1996 en uno de esos primeros CDs grabados con un montón de juegos que por entonces circulaban por las facultades de informática. Aunque tardé en cogerle el punto, una vez metido ya era difícil desengancharse. Como ya dije en un artículo hace unos años, llegué a estar meses con la misma partida hasta que el juego no daba más de sí.
Hace unos pocos años lo he vuelto a redescubrir y me he dado cuenta de que todavía hay muchos fanáticos por ahí que siguen introduciendo mejoras sobre el videojuego original, máxime cuando ya forma parte del dominio público al haberse cumplido ya los 10 años desde su publicación. Son varias las iniciativas que actualmente hacen de ‘Transport Tycoon Deluxe’ un juego vivo 14 años después. Una es la de las mejoras que comenté antes y que permiten añadir funcionalidades nuevas y otra es OpenTTD, un clon de código abierto del ‘Transport Tycoon Deluxe’ que funciona sobre cualquier plataforma. De hecho gracias a OpenTTD he vuelto a jugar al TTD en mi Mac, aunque no he podido todavía recuperar las viejas partidas de finales de los noventa que tengo grabadas por ahí.