Japón es un país muy dado a los tópicos. Inmediatamente nos vienen a la cabeza un montón de ellos. Lo cierto es que muchos no son realmente tópicos, sino que son realidad. La cocina es uno de ellos. El uso del pescado crudo y del arroz de esa forma tan particular es lo que los ha hecho mundialmente famosos. Hoy día el sushi y el sashimi están en todos los rincones del planeta. Pero más allá de las modas pasajeras, un puñado de restaurantes siguen preparándolo según el modo tradicional. El documental de David Gelb ‘Jiro Dreams of Sushi’ (‘Jiro Sueña con el Sushi‘) es un excelente ejemplo que nos muestra la idiosicrasia japonesa acerca no sólo de la comida, sino del estilo de vida del país nipón.
Jiro Ono, a lo largo de sus 75 años de carrera (ahora tiene 86), ha conseguido levantar el que para muchos es el mejor restaurante de sushi del mundo, Sukiyabashi Jiro. De apariencia humilde, el pequeño local se encuentra en un pasillo de la estación de metro de Ginza, en Tokio. Tan pequeño que sólo cuenta con 10 sillas y el baño está fuera. Aún así, la Guía Michelin le ha otorgado las tres estrellas, el máximo galardón de la prestigiosa guía gala. También Jiro ha batido el récord del chef más veterano en activo y el único octogenario que consigue esas tres estrellas. Pero ‘Jiro Dreams of Sushi’ va mucho más allá. Es una oda al perfeccionismo, al esfuerzo continuo, a la capacidad de no conformarse nunca con nada y seguir mejorando día a día. En ese sentido se trata de un documental muy inspirador e interesante de ver incluso para aquellos a los que no les gusta la cocina ni la cultura japonesa.
Formalmente, el documental es extremadamente elegante en su puesta en escena, con un buen montaje y un guión que mezcla la biografía de Jiro con el día a día de su negocio. Esto hace que sea entretenido e incluso adictivo. En definitiva, es un documento recomendado para todo el mundo, aunque si eres «japonófilo» lo disfrutarás mucho más.
Bajo este curioso nombre desfilaron el pasado viernes en la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Londres 2012 cuatro deportistas. En la historia olímpica sólo existe un precedente en Barcelona ’92. Rápidamente me fui a buscar algo de información al respecto para satisfacer mi curiosidad. Finalmente no se trata de países no reconocidos, ni de atletas que no quieren representar a su país, sino de países de reciente constitución o de reciente disolución que no han podido desarrollar aún su comité olímpico nacional.
En el caso de Londres 2012, tres de los cuatro participantes independientes pertenencían a las extintas Antillas Holandesas y uno –quien portaba la bandera– a Sudán del Sur. Las Antillas Holandesas desaparecieron como tales en octubre de 2010, cuando cada isla que las formaban (Bonaire, Curazao, Saba, San Eustaquio y el sur de la isla de San Martín) constituyó una entidad independiente a todos los efectos, excepto por su dependencia de los Países Bajos en defensa y asuntos exteriores. Por lo visto estas islas aún no han formado su propia institución olímpica. El otro caso, el de Sudán del Sur, al ser un país de muy reciente creación, todavía no tiene su comité.
El mundo de los frikis clásicos de internet y los hackers primigenios es un filón para aquellos que buscamos vidas increíbles, hallazgos sorprendentes y en muchas ocasiones, adoración por parte de los modernos aficionados. Muchas de las historias que hay detrás de ellos son tan estrambóticas que son dignas de una película. El caso del Captain Crunch (Cap’n Crunch) es paradigmático en este sentido.
Nacido como John Draper en 1943, siguió los pasos de su padre y se alistó en el ejército de los Estados Unidos. En 1964 fue destinado a una centralita telefónica en Alaska donde comenzó a hacer sus pinitos como phreaker (hacker de líneas telefónicas) en la máquina para que un compañero pudiera realizar llamadas gratuitas a su casa. En 1967 montó una radio pirata hasta que tuvo que cerrarla por una reclamación de una emisora de radio comercial. Desempeñó diversos trabajos de bajo nivel para el ejército en el área de la bahía de San Francisco.
Pero cuando de verdad saltó a la fama fue en 1970. Un amigo phreaker ciego (muchos de ellos lo eran), Joybubbles, le advirtió de que un silbato de juguete que se repartía con los cereales de la marca Captain Crunch, emitía una frecuencia de 2600 Hz. Curiosamente, esa señal en esa frecuencia era exactamente la misma que AT&T emitía cuando una línea estaba abierta y disponible para conectar. No hace falta decir que rápidamente el silbato se convirtió en objeto de culto por parte de todos los phreakers y aficionados a la tecnología de entonces. Quién diría que un juguete podría ser una herramienta poderosa para piratear líneas telefónicas y llamar a cualquier parte del mundo gratis.
Alfonso Arjona en su estupendo blog lo cuenta de la siguiente manera:
Un día de 1970, Draper estaba comiendo unos cereales Captain Crunch, bastante populares por aquellas tierras, y dándole vueltas a la cabeza sobre cómo funcionaban las centralitas telefónicas. La parte que más le intrigaba era el saber cómo un aparato como este distinguía entre un teléfono y otra centralita que colgase de ella. Conocía que los teléfonos estaba conectados a las centralitas y que al recibir una llamada, si el número era de la misma centralita se conectaba automáticamente; en otro caso, esta le pasaba la llamada a aquella que tuviera el número marcado.
Se sirvió otro tazón de cereales, y en ese momentó apareció el regalo que venía en la caja: un simple silbato. Terminó sus cereales, y mientras jugueteaba con el regali descolgó el teléfono para hacer una llamada. En ese momento, sin querer, sopló, el silbato sonó… y escuchó otro silbido en el auricular. Sorprendido, colgó sin hacer la llamada mientras observaba el silbato. ¿Sería posible que algo tan simple y barato como para regalarse con unos cereales fuera la solución al problema?
Inspirándose en este tono, Draper creó una caja azul (dispositivo ilegal que emulaba los tonos de una centralita) que gozó de gran popularidad entre los frikis telefónicos de la época. Pero las cosas se torcieron para el Capitán. En 1972 fue acusado y condenado a cinco años de arresto nocturno por fraude a las compañías telefónicas. Durante ese tiempo en la cárcel del condado de Alameda no perdió el tiempo. Draper se dedicó a programar EasyWriter, el que sería el primer procesador de textos para Apple…
No hay duda de que Berlín es una de las ciudades más interesantes de Europa. Muchos de sus monumentos fueron arrasados por los bombardeos de la segunda guerra mundial, por el muro y por el abandono. Muy poco queda de lo que fue la capital alemana a comienzos del siglo XX. Por sus calles transcurrieron algunos de los momentos más críticos y tensos de nuestra historia reciente y también acontecimientos que tuvieron tal repercusión que el mundo es diferente por su culpa. El centro del terror nazi, el centro de la guerra fría, y, finalmente, el fin del peligroso statu quo de los dos bloques estuvieron allí.
Hoy Berlín es una ciudad moderna, reconstruida o restaurada en su mayor parte a lo largo de los últimos 15 o 20 años. Apenas conserva alguna cicatriz de su turbio pasado. Uno de los ejemplos de ese borrado sistemático –ya sea por los aliados después de la victoria en la guerra o por el régimen de la RDA— es el búnker donde Hitler y Eva Braun se suicidaron cuando los soldados del ejército soviético se aproximaban al recinto. En los últimos días he estado investigando un poco los avatares que ha sufrido este lugar a la vez tan interesante y tan terrorífico, con la intención de poder estar sobre el terreno no dentro de mucho tiempo.
Tras la llegada de Hitler al poder en 1933, su obsesión fue reconstruir la ciudad de Berlín para convertirla en la Germania nazi con ayuda de su arquitecto y urbanista de cabecera Albert Speer. Uno de los primeros (y de los pocos) en ser construido fue la Reichkanzlei o Cancillería del Reich entre 1938 y 1939. El lugar, destinado a ser la sede del gobierno de Hitler, estaba entre Ebert Strasse (entonces rebautizada como Herman Goering Strasse), Voss Strasse y Wilhelm Strasse, muy cerca de la Potsdamer Platz y de la misma Puerta de Brandemburgo. El mastodóntico edificio, enorme pero no especialmente espectacular, contaba con un jardín trasero que prácticamente era una continuación del Tiergarten, el principal parque de la ciudad. Y precisamente en ese parque se ubicó el búnker.
Construido en 1943, ya en plena guerra, el búnker fue diseñado y construido para soportar los bombardeos. Contaba con muros de hormigón armado de 4 metros de grosor y un avanzado sistema de ventilación mediante extractores. Los únicos elementos visibles de la construcción eran una curiosa torre cilíndrica con tejado cónico y un cubo que era la salida de emergencia. Hitler la habitó desde enero de 1945, al comprobarse que el complejo presidencial de la Cancillería no era segura dados los frecuentes bombardeos aliados. Ya no saldría vivo de allí.
El 30 de abril de 1945 el ejército soviético entra en el centro de Berlín. Su principal objetivo es el núcleo de poder, la manzana desde donde se dirigieron los designios de Alemania. Sobre el cuerpo de Hitler existen muchas versiones. Por un lado se dijo que se enterraron los restos, por otro que se incineraron y por otro que algunas partes del cuerpo se llevaron a Moscú como botín de guerra.
Lo interesante del tema es que, tras la división de Berlín en cuatro sectores entre los aliados, la zona del búnker quedó en la zona soviética y los restos de la construcción se mantuvo tal y como quedó después de la chapucera voladura de 1947 hasta 1988. Existen algunas imágenes donde en época reciente puede verse entre la maleza las evidencias de que el siniestro edificio estuvo ahí. Pero por desgracia, en 1988 se demolió lo que quedaba, incluyendo parte del búnker, para construir apartamentos y un aparcamiento para vehículos. La idea, tanto por parte de los aliados occidentales como de la Unión Soviética era la de no dejar absolutamente ningún rastro del búnker, tal vez para evitar que se convirtiera en lugar de peregrinaje de nostálgicos. De hecho, hasta hace unos pocos años el lugar no estaba señalizado como tal. Fue en 2006 cuando se colocó un panel explicativo con la situación del Führerbunker.
Pero es bastante probable que debajo del aparcamiento exista aún gran parte de la construcción. Eso al menos indican las investigaciones realizadas para el documental de Discovery Channel ‘Inside Hitler’s Bunker’ que analiza el terreno donde se encuentran los restos mediante georadar, obteniendo una imagen que coincide en su disposición con los muros exteriores. Dado que se encuentra en una zona no construida, ¿Sería tan descabellado desenterrar lo que quedara y crear un museo? Seguro que los que pretendemos visitar Berlín se lo agradeceríamos. Porque, como yo, otros muchos piensan que desenterrar la historia es la mejor manera de conseguir que nunca jamás se repita.
Para terminar, os dejo con la localización exacta del lugar hoy día en un mapa de Wikimapia, el foro de Axis History, en el hilo dedicado a las imágenes de los restos del búnker de Hitler y también el documental del que os hablaba antes. De todos los que he visto, es sin duda el que más se centra en el búnker:
En 1862, el grabador, dibujante y pintor francés Gustave Doré consiguió convencer a Charles Davillier, un acaudalado coleccionista de arte, para que realizara con él un viaje por España. El resultado iría publicándose por entregas dentro de la revista parisina de viajes y aventuras ‘Le Tour Du Monde’. Davillier aceptó y juntos crearon una peculiar obra que sirve como testigo (probablemente muy distorsionada por la visión romanticista de ambos y sus inevitables prejuicios) de un lugar y una época.
Su viaje comenzó en la frontera de La Jonquera, y de aquí por toda la costa levantina y andaluza. Son memorables sus incursiones por el interior. Doré dedica varios de sus dibujos a la Alhambra de Granada, idealizada por el romanticismo. También los capítulos dedicados a Córdoba y Sevilla son amplios. De aquí se dirigen hacia La Mancha, seguramente con el ideal de Don Quijote en la mente. Después una interesante visión de Madrid, con minuciosos dibujos de algunas de la calles tal y como se veían en la época. Extremadura, Salamanca y, vamos a lo que nos interesa, Zamora.
Por desgracia, Doré y Davillier no parecieron especialmente impresionados a su paso por la provincia zamorana. La despachan en unas pocas líneas que os reproduzco aquí:
La carretera de Salamanca a Zamora, que recorrimos en seis horas con la diligencia, no ofrece puntos de especial interés. Sin embargo Doré hizo un buen uso de su tiempo dibujando una pareja de «civiles» –la policía de España–, que desfilan por las calles bajo la luna, y también un funeral, una escena simple, pero conmovedora: El cuerpo de un campesino tendido en un carro, el rostro cubierto, tirado por dos bueyes, y seguido por sus amigos y familiares. También dibujó a un grupo de mendigos y, en una pequeña aldea en la que se detuvo, una guapa granjera de pavos que posaba para su retrato con mucha complacencia. Zamora es una pequeña ciudad que todavía parece pertenecer a una época pasada, aunque el ferrocarril la ha puesto en comunicación con Medina del Campo. Se pretende continuar la línea hasta la frontera de Portugal, a unos cuarenta kilómetros de distancia. La catedral y las ruinas del palacio de Doña Urraca son casi los únicos objetos de interés de la ciudad. Doña Urraca, una princesa que vivía en el siglo XII, jugó un papel importante en el Romancero del Cid. Durante la Edad Media, Zamora fue llamado «La Bien Circada». «Zamora no se tomó en una hora», dice el proverbio. La ciudad se hizo famosa durante la guerra de los Comuneros de Castilla, cuando el obispo de Zamora, ordenó en persona a un batallón de lucha contra los sacerdotes que él mismo había formado.
Al día siguiente nos fuimos a Toro, otro carece de importancia, antigüedad, de aspecto indolente, que no cuenta con ninguna industria especial. La región circundante es, sin embargo, fértil y produce un trigo excelente. El Duero, paralelo a la carretera, y que pasa por la ciudad, debe ser una corriente bastante notable, así como un valioso recurso de los indígenas, que comparan sus aguas nutritivas con el caldo de pollo.
Puede que actualmente el metropolitano de Londres no sea el mejor del mundo, pero fue el pionero y el que ha implantando primero casi todas las innovaciones, tanto técnicas como estéticas o de comodidad para los pasajeros. Uno de esos elementos que ha facilitado la vida del usuario del suburbano es el mapa de la red. Sin él muchos estaríamos perdidos en esa maraña de líneas de colores y sería imposible la planificación de nuestros viajes. Ocurre que, en sus inicios, estos planos de metro eran complicados de entender y poco prácticos.
Consciente de ello, en 1933 al ingeniero electrónico y trabajador del Underground londinense Henry Beck se le ocurrió diseñar por su cuenta un nuevo plano inspirándose en los circuitos eléctricos. La revolución consistía en que las estaciones y los trayectos de las líneas eran una esquematización y no necesariamente se basaban su situación geográfica real. Además asignó un color a cada línea. De este modo, el plano era una abstracción donde solo se mostraban los datos imprescindibles, como estaciones o trasbordos. Sólo se hacía una concesión, situando sobre el mapa el río Támesis, para orientar a los viajeros. Aunque al principio las autoridades del metropolitano fueron escépticos ante el trabajo de Beck, en poco tiempo el diseño fue un verdadero éxito.
Su modelo ha sido seguido con más o menos variantes, en todos los metros del mundo. Lo que sorprende es que no fuera implantado en el Metro de Madrid hasta marzo de 1982, aprovechando un cambio general de la señalética o en el de Barcelona, también a comienzos de la década de los 80s.
Desde hace décadas, los errores han formado parte del arte, convirtiéndolo en un modo de expresión sobre todo en estos tiempos de sobreinformación visual y de reciclaje en el que se busca constantemente nuevas formas estéticas. Pero tal vez en los últimos años, con el desarrollo de los sistemas de postproducción digital, esto se ha elevado a la enésima potencia.
Hace unos dos años vi por primera vez el videoclip ‘Siento que muero’ de Joe Crepúsculo y obra del colectivo Canada. Su principal peculiaridad, además de ser un clip visualmente apabullante, era el uso de un curioso efecto que jugaba con los clásicos errores de compresión MPEG cuando falta un fotograma clave o intra-frame (los que almacenan la información completa de esa secuencia). Esto provoca una transición entre imágenes muy particular de forma que las distintas secuencias se funden en el sentido literal de la palabra. A este efecto se le llama datamosh.
Hasta la fecha no existe ninguna herramienta o plug in que permita realizar este proceso de forma «elegante». La única solución imagino que sea pegar los vídeos a bajo nivel, para que el resultado no sea recomprimido y se creen de nuevo los fotogramas clave. El resultado la verdad es que es bastante interesante y estéticamente desconcertante. Os dejo con un pequeño ejemplo:
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