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La bitácora personal de Ricardo Martín
Comentando cosas desde 2004
25 de noviembre de 2010

Por fin se lanza ‘Gran Turismo 5’

A pesar de que no soy un gran aficionado al mundo de los videojuegos y no suelo estar al día con las novedades, el caso de ‘Gran Turismo 5’ sobrepasa el ámbito puro de los «jugones». Ayer se presentó en Madrid el último de una de las sagas más prestigiosas en cuanto a simuladores de conducción se refiere. Su artífice Kazunori Yamauchi, estuvo presente en la puesta de largo del que es, posiblemente el videojuego más esperado de todos los tiempos. Y no es para menos. Su fecha prevista de lanzamiento fue 2006 e inicialmente estaba prevista su puesta a la venta junto con la por entonces nueva consola de Sony PlayStation 3. Pero sufrió aplazamientos a 2008 y luego a 2009. Al parecer, el perfeccionismo casi enfermizo de Yamauchi tuvieron mucha culpa en los retrasos.

El resultado, viendo los vídeos ya que no he tenido la oportunidad de jugar en primera persona, es impresionante. El detalle y el realismo de los automóviles, con la tecnología de hoy día, no creo que pueda superarse y parece evidente que ‘Gran Turismo 5’ ha llevado al máximo las características gráficas de la PlayStation 3 (que no son pocas). Otros aspectos que dejan a la competencia en paños menores son la posibilidad de elegir entre 1000 coches diferentes y 70 circuitos. Lo que más llama la atención es que podemos correr por varias ciudades, que han sido copiadas con gran detalle, entre las que se encuentra Madrid.

Pero en mi opinión le falta algo muy importante para ser un simulador casi perfecto. Y conmigo están muchos aficionados que han jugado al ‘GT5’. Y es la poca verosimilitud del sistema de dañado de los vehículos. De hecho hasta ahora ninguna otra edición de ‘Gran Turismo’ permitía que los coches sufrieran desperfectos al chocar. Yamauchi, al parecer no contaba con el beneplácito de las compañías fabricantes para que sus creaciones aparecieran destrozadas en un videojuego. Finalmente los coches sí sufrirán daños, al menos algunos de ellos y se lanzará en breve un parche que perfeccionará su sensación de realismo.

Cuando aparecen juegos como este a uno le dan ganas de dejarlo todo e irse a por una PlayStation 3 y pasarse el día y la noche jugando. Por desgracia mi tiempo es limitado y esto no es posible a día de hoy… Y ahora un pequeño vídeo con el circuito de Madrid que os comentaba antes:

6 de noviembre de 2010

Libros electrónicos, atraco a mano armada

Esta tarde he estado entrando en librerías para echar un vistazo de las novedades y los libros más leídos. Tengo que renovar mi lista de libros por leer. Casi todas las grandes tiendas tienen ya una sección dedicada a los libros electrónicos. Por ejemplo me fijo en ‘La Caída de los Gigantes’, la última novela de Ken Follett, y sobre todo en su precio: ¡16,99 euros!. La edición en papel cuesta 24,90 euros. Busco otros títulos y ocurre algo similar. El ebook suele ser como mucho entre cinco y seis euros más barato que el libro físico. ¿Cómo puede ser esto? ¿Por qué un archivo de pequeño tamaño puede tener un precio tan elevado teniendo en cuenta que el coste de producción y distribución es prácticamente nulo?

El caso de Libranda, la primera tienda española en internet íntegramente dedicada a vender libros electrónicos, es muy revelador. Las críticas desde el mismo momento de su lanzamiento el pasado mes de julio han sido unánimes. Críticas al modelo de comercio electrónico, demasiado complicado, críticas a la pobre variedad de títulos y, sobre todo, a los precios. En la práctica, según el artículo publicado en Público al poco de su apertura, el ahorro en cada libro electrónico comparándolo con su equivalente de bolsillo, es de muy pocos euros. Ricardo Galli, en su blog, también analizaba en un extenso artículo este fenómeno.

Esta tónica general de querer equiparar en precios uno y otro es cosa de las editoriales. Una táctica que quizás les funcione, pero durante muy poco tiempo. La llamada «industria del entretenenimiento», o lo que es peor, la «industria de la cultura» no ha aprendido nada de los errores y abusos del pasado. Las ventas de discos de música se hunden cada año más en favor de, por un lado, las descargas libres por internet y por otro, gracias a la iTunes Store. El de Apple ha sido el único modelo que verdaderamente ha funcionado. Sus claves son dos: bajos precios y facilidad de compra. A esto hay que unirle la posibilidad de adquirir sólo el tema musical que nos interese.

Así que, los lectores más geeks ya están escarmentados. Antes que pasar por caja y dejarse 15 o 20 euros por una novedad editorial, es preferible descargarse un PDF gratuitamente y añadirlo a su lector. Probablemente si esos libros costaran 3 o 5 euros las descargas libres quedarían reducidas. Precisamente hoy, el diario Público incluye un artículo sobre este tema, bajo el título de «El precio dispara la piratería de ebooks». Muy interesante.

20 de octubre de 2010

Publicidad clásica de foto, cine y vídeo doméstico (1962-1982)

Igual que cuando hicimos aquel pequeño repaso por los anuncios en prensa escrita sobre televisores, el mundo de las cámaras fotográficas, de los filmadores domésticos de cine y las videocámaras ha ido cambiando a pasos agigantados. Algo que puede notarse sobre todo a partir de los primeros años ochenta con la irrupción del vídeo y de los primeros años del siglo XXI con la popularización de la fotografía digital. Aunque en este último caso se merecerá un capítulo aparte.
La tarea de exhumar viejos anuncios de la prensa nos obliga a mirar hacia atrás y saber de dónde venimos. Esta vez, la publicidad ha salido de las hemerotecas digitalizadas y de libre acceso de la revista Triunfo y del diario La Vanguardia. Vamos con ello:

En 1962 la incipiente sociedad de consumo demandaba nuevos aparatos. Junto con las lavadoras, los televisores y los automóviles, los españolitos de los primeros años sesenta también buscaba inmortalizar sus momentos de vacaciones, el bautizo o la comunión del niño o la boda de turno. De ese año es precisamente el anuncio de la Vitoret Vitomatic, una ignota marca sueca que vendía su cámara por 2115 pesetas de la época, que no era poco dinero. Junto a ella, publicidad de Canon. Quien pensaba que el fabricante japonés es un advenedizo que se dedica a esto de la fotografía desde hace poco tiempo, aquí está la prueba de que en la España de 1966 ya eran populares. El modelo no era una EOS, sino CANONET QL 1,7.

Igual que Canon, Polaroid no es un invento de los ochenta. Buena prueba de ello es este anuncio de 1967, donde puede verse la Polaroid Swinger. Hasta hace poco esta era la única manera de obtener nuestras fotos instantáneamente… Ahora sería impensable no poder ver nuestras fotografías instantaneamente. Y al lado, un nuevo anuncio de Canon, aunque esta vez dando un salto en el tiempo hasta 1982. La compañía era y es patrocinador oficial del Campeonato del Mundo de Fútbol. El modelo AE-1, que es el que aparece en la imagen, es un auténtico clásico para los entusiastas de la retrofotografía y el buque insignia de Canon en aquellos tiempos.

También en los ochenta, un grande de la fotografía como es Kodak intentaba reinventarse con nuevos formatos. Los dos anuncios son de 1982. El primero de ellos es de la Kodak Disc. La particularidad de esta cámara es que en vez del carrete convencional, llevaba un disco giratorio de 15 exposiciones de película reversible. Ni que decir tiene que el invento fue un fracaso. No puede decirse lo mismo de la Pocket Instamatic, otro clásico absoluto. Se fabricaron más de 25 millones de unidades de sus diferentes modelos entre los años setenta y los noventa…

Y llegamos a la imagen en movimiento. Como dije antes, el cambio de la película cinematográfica al vídeo supuso una revolución. Al principio, y como puede comprobarse en estos dos anuncios de 1982, las diferencias de tamaño son claras. El Super 8 era un formato ya muy probado y las cámaras eran cada vez mejores. De hecho, la película de 8 milímetros tiene, aún desde los estándares actuales, una definición notable. La publicidad de la Kodak Ektasound supone el escalón más alto de esta tecnología antes de su declive comercial. Una pequeña joya vintage que puede conseguirse en las webs de segunda mano por 10 euros. Pero frente a ella, la tecnología emergente. El poder ver lo grabado inmediatamente. Peor calidad de imagen y un aparataje monstruoso. Por eso parece de broma el anuncio de la videocámara (o videocassette) Thomson, que lo llama «portátil». Juzgad vosotros mismos.

14 de octubre de 2010

Harinezumi, la moda por encima de todo

El mercado de los artilugios que hacen vídeo es posiblemente uno de los más competitivos que existen. Cuesta mucho hacerse un hueco, diferenciarse para encontrar un nicho adecuado donde subsistir. Las compañías de tecnología son conscientes que de hoy cualquier teléfono móvil graba vídeo en condiciones más que razonables. Al mismo tiempo la miniaturización de los sensores y de los objetivos es galopante. Por eso propuestas como la extraña cámara de vídeo japonesa Harinezumi es un síntoma claro de que en un mercado saturado la solución es apostar por otras características. El País lleva hoy en sus páginas un pequeño reportaje sobre este asunto.

La Harinezumi es algo así como la Lomo del vídeo digital. Un aparato sencillo de usar, pequeño, rústico y cuyos resultados finales son… digamos modestos. Por cierto, lo que no es modesto es su precio. El último modelo del fabricante japonés cuesta unos 150 euros. Por esa cantidad se puede adquirir una cámara digital convencional que grabe vídeo a una calidad notable. Pero claro, el valor añadido de la Harinezumi es que «mola» y que está de moda, aunque sea uno de los cacharros más feos que haya visto nunca. La usan los famosos y en los ambientes artísiticos (supongo que en los menos rigurosos) es lo último.

Del análisis que hacen los chicos de QueSabesDe.com pueden sacarse esas conclusiones. Que nadie piense que esta cámara graba en HD ni que haga fotos de muchos megapíxeles. Ni siquiera que la imagen resultante sea fidedigna respecto de la realidad. Nada de eso. Viendo los clips que hay por ejemplo en YouTube ni siquiera creo que tenga nada peculiar que no pueda hacerse con cualquier móvil o con una videocámara de gama baja. Tiene un sensor CMOS de 3 megapíxeles para fotos y una resolución de 640×480 para vídeo. Pero claro, la Harinezumi, igual que la Lomo (¿Quién ha utilizado realmente esa cámara?), es puro culto al objeto más que a su función. Es el signo de los tiempos.

28 de agosto de 2010

La trilogía del «cine informático» de los ochenta

A comienzos de los años ochenta, el boom de la electrónica y de la informática ya era un hecho. Los ordenadores comenzaban a entrar en las casas y la cultura popular se empezaba a impregnar de bits, chips, teclados, monitores y videojuegos. Por supuesto el cine no iba a ser una excepción. Y pensando en este tema se me ha ocurrido dedicar una entrada a ese cine de puro entretenimiento que tienen a los ordenadores como protagonistas (o al menos como co-protagonistas). Me refiero a ordenadores en el sentido más estricto, no a robots ni a películas futuristas, sino a cómo se veía la informática en aquellos albores de la la informática popular. El «aquí y ahora» del sentimiento social de esos años acerca del tema.

Para ello he seleccionado tres películas, similares pero a la vez muy diferentes: ‘Tron’ (1982), ‘Juegos de Guerra’ (1983) y ‘Sueños Eléctricos’ (1984). Las dos primeras producciones norteamericanas y la tercera co-producida por el Reino Unido. Estas cintas forman una peculiar trilogía que engloba todos los aspectos, los vicios y las virtudes de la tecnología, desde el más fantasioso, al más terrorífico, del más abstracto e inexacto al más concreto y preciso, de la comedia a la ciencia-ficción e incluso al terror. Y por supuesto la política.

‘Tron’, el comienzo de una nueva etapa.

Hacer una película con imágenes sintéticas cuando apenas había ordenadores capaces de mostrar más de 16 colores en pantalla sin duda debió ser un reto. De hecho, la mayoría de las supuestas infografías que aparecen están realmente realizadas mediante animación tradicional (la productora Buenavista pertenece a Disney, con lo que no debieron tener grandes problemas) y en las que aparecen los personajes en el «mundo virtual» fueron pintadas a mano sobre una película original de alto contraste y en blanco y negro. El resultado es quizás algo extraño e inquietante. Hoy las animaciones nos pueden parecer ridículas, ya que cualquier teléfono móvil actual genera infografías mil veces mejores, pero en aquellos tiempos debió ser revolucionario.

No hay duda de que fue una película que, a pesar de no ser un gran éxito comercial, a la larga causó gran impacto en la cultura popular de la época, siendo una influencia incluso estética. A nivel puramente cinematográfico no hay gran cosa que decir. Es la típica historia de buenos contra malos, de los rebeldes (de color azul) contra el mundo opresor y dictatorial (de color rojo). Las connotaciones políticas y sus referencias veladas al comunismo (recordemos que estamos en pleno recrudecimiento de la guerra fría) son evidentes a poco que se interprete.


‘Juegos de Guerra’, la catástrofe posible.

‘Juegos de Guerra’ es sin duda la película más solida, más verosímil y mejor construida de las tres. De nuevo el fantasma de la guerra fría planea sobre el argumento, aunque desde un punto de vista pacifista. La informática ya no es algo etéreo y casi misterioso destinado a científicos de alto rango y genios como en ‘Tron’, sino que los estudiantes más «listillos» podían tener uno en su casa y además comunicarse con el exterior. Las primeras secuencias de David en su habitación, introduciendo esos disquettes enormes de 8 pulgadas en el lector y colocando el teléfono en el módem forman parte ya de la memoria colectiva de muchos de nosotros.

Como ya he comentado, el argumento es el más plausible. Un chico entra por error en un superordenador de la defensa de los Estados Unidos y provoca una guerra mundial. En la prensa de aquella época e incluso de años después hemos leído algún caso, no tan exagerado, con cierta similitud. Quien asesoró al director y al equipo hizo un buen trabajo, porque el resultado en la gran pantalla tiene detalles bastante creíbles incluso para un experto. Además, estupendo trabajo también de los actores.

‘Sueños Eléctricos’, la informática se hizo popular.

La película comienza con lo que era el sentimiento de la época, el zeitgeist de los prósperos primeros años ochenta. La sociedad occidental se tecnificaba rápidamente con microordenadores, calculadoras, relojes de pulsera que hablan, walkmans o terminales de venta conectados en red mientras el protagonista los contempla casi horrorizado. ‘Sueños Eléctricos’ es la aplicación de la estética pop ochentera, casi de anuncio publicitario, al mundo de una tecnología ya al alcance de cualquiera.

El guión y la forma de enfrentarse a la cosa de la informática es bastante irregular. Tiene momentos memorables, «rayadas» increíbles (que cada uno lo interprete como quiera), un homenaje a Philip K. Dick y secuencias de vergüenza ajena. El guión es algo (o muy) inconsistente y tiene muchísimos fallos. Casi podemos considerar a ‘Sueños Eléctricos’ como un conjunto de videoclips que apelan a la emoción del espectador más que a establecer un argumento racional. Aún así, es una película para recordar. Es la única de las tres que no había visto de pequeño. Y es que, a pesar de que su banda sonora es archiconocida (quién no ha escuchado alguna vez el Love is Love’ de Culture Club, compuesto para esta película) y es el principal atractivo de la cinta, no fue popular aquí en España. La copia que he conseguido es un ripeo de VHS y subtitulada.


21 de agosto de 2010

Publicidad clásica de televisores (1952-1967)

Como ya he dicho en muchas ocasiones, el mundo de la tecnología y de la electrónica de consumo es uno de los más cambiantes y donde los cambios se producen con mayor rapidez. Por eso siempre me gusta echar un vistazo a las hemerotecas y ojear la publicidad que llevaba los periódicos de hace cuarenta, cincuenta o sesenta años y darse cuenta no sólo del avance la tecnología, sino también de las técnicas publicitarias y, en general, de la sociedad a la que iba dirigida.

En esta ocasión se me ha ocurrido dedicar esta entrada a la publicidad en prensa sobre televisores. El mundo de los aparatos de televisión lleva unos seis o siete años sufriendo una revolución con la popularización de los paneles TFT, los LCD, los LED y los OLED. Al mismo tiempo, las emisiones en alta definición se van convirtiendo poco a poco en habituales. La última tecnología en llegar es la de la estereoscopía, y aún no sabemos si ha venido para quedarse o será una moda pasajera más. Es en esta coyuntura que no está de más echar la vista atrás y retrotraernos a los años sesenta, a esos anuncios de marcas que hoy ya no conocemos y que eran la tecnología punta en aquellos tiempos. Vamos a hacer un pequeño repaso.

Comenzamos en 1952. Curiosamente, este primer anuncio no es sobre televisores sino de galletas, pero es la primera referencia televisiva que he encontrado. Era prácticamente ciencia-ficción en una España en la que aún faltaban cuatro años para que TVE iniciara sus emisiones en pruebas. Decía: «Cuando tengamos televisión podremos presentar con imágenes vivas la intensidad del consumo de las Galletas María Artiach en la intimidad de los hogares españoles». Enodyne fue un fabricante de televisores hoy desconocido. En un anuncio de 1960 nos prometía ofrecer imágenes sin vibraciones en las películas, sin saber muy bien en qué consistían esas vibraciones ni cómo las solucionaba: «Enodyne lanza al mercado el primer televisor de imagen cinematográfica».

El segundo bloque lo forma este anuncio de Invicta (otra marca desaparecida) de 1962. Un prodigio de la tecnología de la época con pantalla «superplana» de 23 pulgadas y «superautomático», con un ángulo de visión de 110 grados y «equipado con pantalla tamizada VIDEORAMA». El anuncio de la derecha lo forma una curiosidad. Era 1963. El primer televisor portátil que se comercializó en España, o al menos así lo parecía. Era de la marca Visón y, aunque vista la tecnología de hoy, de portátil tenía poco, era meritorio conseguir un tamaño tan reducido.

Turmix nos suena más a batidoras que a televisores, pero en 1964 presentó Turmix Visión, una televisión que, como característica de reclamo, anunciaba que tenía «circuitos de plata», suponiendo que aquello era muy bueno, aunque un receptor de televisor no era una cubertería. Otra marca ignota era Inter, con su modelo Trilux, que contaba con la característica curiosa de tener pantallas intercambiables sin saber muy bien para qué. Por cierto, es un anunció también de 1964.

A finales de los sesenta, la estética y la semiótica de la publicidad cambió radicalmente hacia un estilo más fresco, más desenfadado y, por supuesto, innovador y rompedor con todo lo anterior. El punto de inflexión habría que buscarlo quizás en 1966, un año de transición que desembocó en una publicidad más moderna, casi tal y como hoy la conocemos. Este anuncio de televisores de 1967 no es más que un ejemplo más. General Electric anunciaba un televisor cuya pantalla llevaba un tratamiento antirreflejos. Y para terminar este breve periplo por esta publicidad añeja tenemos Sylvania, otra marca extraña que anuncia un aparato que dura (qué dirían los ideólogos de la obsolescencia planificada).

20 de agosto de 2010

La teoría del «valle extraño»

A veces las reacciones humanas cuando se enfrentan a la tecnología son de lo más curiosas. Tal vez uno de los más desconcertantes y también más estudiados en las últimas décadas sea el ha sido bautizado como «valle extraño», «valle inquietante» o «valle inexplicable» («uncanny valley» en inglés). Quien acuñó este concepto fue el robotista japonés Masahiro Mori en 1970. Lo hizo en alusión a una ya famosa gráfica que expresaba la familiaridad (o la aceptación) frente al parecido humano. Intuitivamente podríamos pensar que a mayor parecido humano del objeto o robot en cuestión, mayor familiaridad o confianza tenemos en él. Pero llegado un punto, ya cercano a la apariencia humana, en el que la familiaridad se desploma hasta índices más propios del terror o la desconfianza que de otra cosa. Si seguimos avanzando en el parecido humano, la familiaridad se dispara cuando nos encontramos con un humano real. En todos los casos, esta respuesta emocional se multiplica si el objeto es animado.

En realidad Mori no se basa en casos empíricos, sino en la pura intuición. Y creo que tiene razón. A pesar de ello sus críticos le han achacado esta falta de experimentación. Lo cierto es que todos nosotros podemos pensar en casos de robots con un conseguido parecido humano, incluso en sus movimientos, que nos provocan más rechazo que otra cosa. Yendo más allá, simplemente observando una máquina con movimientos «excesivamente humanos» (o animales) ya nos produce una extraña sensación. Recuerdo aquel vídeo de la «mula de carga» robótica –de nombre Big Dog— que había diseñado Boston Dynamics para el ejército norteamericano para transportar material por lugares escarpados. Era una especia de burra sin cabeza bastante siniestra.

Puede parecer una tontería, pero los diseñadores actuales de robots comerciales evitan que sus creaciones se parezcan o se comporten de manera demasiado humana. Es una carrera perdida, porque mediante la mecánica y la electrónica nunca se llegará a un nivel de apariencia cien por cien humano. Antes se conseguirá por métodos biotecnológicos. Por eso los robots tienen formas simpáticas, antropomorfas, pero que evitan copiarlos. Claro, salvo algunos experimentos que no hacen sino confirmar que Mori tenía razón. Y si no, ved estos vídeos:


Y para terminar, aquí está Big Dog en acción:



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