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La bitácora personal de Ricardo Martín
Comentando cosas desde 2004
12 de marzo de 2014

‘El Cielo Ha Vuelto’

Cada vez tengo más claro que esto de los premios, ya sean literarios, cinematográficos o de la industria musical, son como mínimo discutibles. Mi última lectura ha sido precisamente la ganadora de uno de los premios literarios más importantes en lengua castellana. El Premio Planeta 2013, fallado hace unos meses, otorgó el galardón a la novela ‘El Cielo Ha Vuelto’ de la autora alcarreña Clara Sánchez. No es la primera obra suya que leo pero sí –en mi opinión– su trabajo más flojo. Otros libros de esta autora que he leído son ‘Un Millón de Luces’ (2004) o ‘Últimas Noticias del Paraíso’ (2000).

La novela cuenta la historia de Patricia, una modelo en los últimos años de su carrera profesional. Durante un accidentado vuelo de vuelta de la India conoce a Viviana, una extraña mujer iniciada en el ocultismo. A raíz de ese momento, a Patricia comenzarán a ocurrirle diferentes sucesos extraños, siempre orientados a dañarla o acabar con su vida. Con la ayuda de Viviana intentará discernir quién es esa persona que le está deseando tanto mal. Pronto se obsesionará con el tema, tanto que le llevará a cometer locuras.

El estilo cotidiano, llano e informal de Clara Sánchez se mantiene en ‘El Cielo Ha Vuelto’, pero quizás con menos brillo y poesía, con menos trasfondo que en otras novelas suyas. Algunos de los personajes –yo diría que muchos, incluso protagonistas– parecen solo bocetos y carecen de alma propia. Aunque se mantiene la tensión y el enigma durante buena parte del libro, en cierto momento comienza a dejar de tener interés, al menos para mí. Afortunadamente es sólo un bache que se supera con un desenlace interesante.

10 de marzo de 2014

Malé, la isla-ciudad

Como aficionado a la geografía, de vez en cuando descubro cosas curiosas e interesantes. Una de mis debilidades son las islas y los países pequeños. Ya he escrito varios artículos sobre estos asuntos. Este fin de semana, gracias a uno de estos juegos de adivinar lugares a través de imágenes tan adictivos he descubierto Malé. Estoy convencido de que muy pocos de vosotros habéis escuchado alguna vez este nombre. Pues bien, se trata de la capital de las conocidas –por lo menos de oídas– islas Maldivas. Las Maldivas, situadas en medio del océano Índico, son un conjunto desperdigado de cientos de islotes y atolones (este término precisamente viene del idioma maldivo) que, a pesar de ocupar de norte a sur más de mil kilómetros, tan solo tiene una superficie de trescientos kilómetros cuadrados.

Esta dispersión tan extrema hace que los trayectos se realicen sobre todo en hidroavión y que excepto el pescado, el marisco y los cocos, todo tenga que ser importado. Por eso sorprende que un país tan pequeño tenga una capital con más de cien mil habitantes y que ocupa por completo una isla de cinco kilómetros cuadrados. El impacto visual cuando se ve una fotografía es sorprendente. Bloques de edificios se amontonan en una especie de pequeño Manhattan en medio del océano. La ciudad de Malé cuenta con un aeropuerto que se encuentra en una isla cercana. Para llegar a la ciudad hay que trasladarse en barco. En estas condiciones parece imposible que pueda existir una ciudad de ese tamaño que incluso tiene bastante tráfico rodado, a pesar de que de un extremo a otro hay poco más de dos kilómetros.

Documentándome un poco he encontrado un programa de ‘Españoles por el Mundo’ dedicado a Las Maldivas y otro del programa de RNE ‘Nómadas’ donde se explican algunos aspectos del país y de su peculiar capital. Aquí os dejo el primero:

2 de marzo de 2014

Placas de matrícula españolas a lo largo de la historia

Una de las cosas que menos me gusta cuando se recrean otras épocas del siglo XX en televisión o en el cine, normalmente en producciones españolas, es el poco cuidado con los detalles. Salvo, claro está, algunas excepciones. Cosas en principio tan absurdas y tan fácilmente reproducibles como la placa de matrícula de un vehículo, suelen –para mi– dar al traste con toda la ambientación de una época. Mi frustración va en aumento cuando lo comento con la gente y me dicen que no sé a qué me refiero. A toda esa gente va dirigida este post.

Desde que se matriculó el primer vehículo en España, en Palma de Mallorca, el 31 de octubre de 1900, hasta hoy, han existido varios formatos y esquemas de matrícula. Por formato entenderemos las tipografías utilizadas y su tamaño y por esquema la organización de los dígitos.

El esquema

En un principio, como seguro que todos sabéis, el esquema fue muy sencillo: se comenzaba por un distintivo provincial de una o dos letras (incluso hubo alguno de tres que se desterró pronto) seguido de unos dígitos, que indicaba el número secuencial de vehículo que por esa provincia se había inscrito en la Dirección General de Tráfico. Es decir, que si la matrícula era M-2744, eso significaba que ese vehículo era el 2745 (hemos de tener en cuenta también el 0000) que se matriculaba en Madrid. Las cosas se complicaron cuando, a finales de los años sesenta el sistema comenzaba a ser engorroso. Los números en Madrid llegaban a las seis cifras y estaban a punto de agotarse. En octubre de 1971 se asignó la M-960985. Fue la última.

Al día siguiente, comenzaría el nuevo sistema, compuesto por un distintivo provincial seguido de cuatro dígitos y una letra que indicaba la serie (BOE nº 214 de 7 de septiembre). Cada una de estas series estaba compuesta por lo tanto por diez mil vehículos. Se omitieron la R y la Q para evitar confusiones. En 1974 las series de una letra se agotaron en Madrid, con lo que se pasó a series con doble letra comenzando por AB, obviando la AA por razones que se me escapan.

El último y actual esquema de numeración de matrículas, conocido como «sistema europeo» por llevar una franja azul en la parte izquierda con la inicial «E» y la corona de estrellas de la Unión Europea, se implantó después de que Madrid llegara a las últimas series de doble letra comenzando con Z. Se barajó en un primer momento con mantener el mismo esquema pero con series de tres letras. Tras varios años de noticias contradictorias acerca de si se mantendría el distintivo provincial, se optó por reformar completamente el sistema. Las nuevas matrículas llevarían tan solo cuatro dígitos y tres letras consonantes y la numeración estaría centralizada, asignando números secuenciales a toda España independientemente de su ubicación. El 18 de septiembre de 2000 (BOE nº 223 de 16 de septiembre) comenzó a implantarse hasta hoy día. Muchos no estamos de acuerdo con este esquema por no incluir ninguna referencia al lugar de matriculación. Yo siempre he creído que un distintivo de la Comunidad Autónoma –el escudo o unas iniciales al estilo del antiguo sistema provincial– que fuera opcional para los usuarios no hubiera estado mal, tal y como llevan países grandes como Reino Unido, Francia, Italia o Alemania por poner sólo algunos ejemplos.

El formato

Aquí es donde viene la confusión por parte de la mayoría de los no iniciados. Algunas veces el cambio de esquema ha venido acompañado de cambio de formato, pero no siempre es así. Hasta mediados de los años cincuenta, en España no existía un formato único para las matrículas de los vehículos. Muchas veces eran los propios usuarios los que pintaban sobre la chapa los números, especialmente en motocicletas. Entre esos años cincuenta y principios de los setenta, la tipografía usada para las matrículas fue más o menos unificada. Los caracteres en negro y bastante gruesos y cuadrados iban atornillados a un panel blanco no reflectante. En cualquier caso no existía regulación al respecto.

Pero fue en 1971, con la llegada de las series de letras, cuando se estableció un formato estándar. Se introdujeron por primera vez las placas reflectantes y se cambio la tipografía por otra más fina, más grande y más redondeada. Las viejas matrículas tuvieron que ser obligatoriamente cambiadas por las nuevas, de ahí que en los años siguientes no se siguieran viendo esas viejas placas y cayeron en el olvido hasta que en los últimos años los más entusiastas coleccionistas de coches antiguos las han recuperado. Yo al menos he visto ya un par de ellas. Ignoro si es legal o ilegal que se circule con ellas o si existe alguna excepción para vehículos históricos matriculados antes de 1971.

El formato se mantuvo hasta 1986 (BOE nº 36 de 11 de febrero), momento en que se implantó el nuevo formato, una nueva tipografía más pequeña y más regular que supuso reducir también el tamaño de las placas. Inspiradas en el formato alemán DIN 1451, aunque con alguna variante, se introdujeron para que los dígitos fueran más fácilmente reconocibles por cámaras de seguridad. Actualmente se sigue usando en las nuevas placas europeas y es el formato que aparece erróneamente en la mayoría de las producciones de ficción españolas de cualquier época en España cuando aparece un vehículo.

26 de febrero de 2014

‘Rayuela’, un clásico difícil

Terminar de leer ‘Rayuela’ (1963) de Julio Cortázar supone todo un acontecimiento y un acto del que estoy orgulloso. Lo digo porque está considerado como un libro difícil. Efectivamente así es. En el momento de su publicación fue un choque, una ruptura con todo lo anterior. La novela latinoamericana estaba cambiando. Hoy podemos considerarla como una novela emblemática de una época en la que se ansiaba reformar las normas en el arte, y también en la política y en la forma de entender las relaciones personales.

Cortázar, el argentino más cosmopolita, reflejó en ‘Rayuela’ toda esa necesidad iconoclasta de dejar atrás todo lo establecido y, una vez conocidas las reglas, romperlas. Para ello se sirvió de una coartada en forma de personaje: Horacio Oliveira, un hombre de mediana edad extremadamente culto, arrastrado, descreído, algo pedante y esnob pero en el fondo muy vulnerable. La primera parte de libro narra sus andanzas en el París de los años cincuenta se reducen a formar parte del Club de la Serpiente, un círculo internacional de intelectuales amantes de la literatura y del jazz tanto como del alcohol y la juerga desmedida. Coprotagoniza la historia la Maga (o Lucía), una uruguaya con un hijo que parece vivir en un mundo bien diferente. Junto con el resto de los personajes, conforman un universo peculiar. Para mi gusto la mejor parte del libro con momentos de gran nivel (incluso humorístico) está en este primer bloque y es la historia de la concertista Berthe Trépat. La segunda parte se centra en la vuelta de Oliveira a Buenos Aires y su empleo en un circo de unos amigos primero y en un centro psiquiátrico después. De este bloque me gustó especialmente el pasaje de los tablones. Esa mezcla de absurdo y drama es insuperable. Por último, la tercera parte es sin duda la más prescindible. No aporta nada a la historia principal y puede llegar a irritar al lector más entregado. La componen recortes de noticias aparecidas en prensa, reflexiones sueltas, pensamientos sobre metaliteratura, relatos y algunos capítulos en los que aparece Oliveira, pero sin el brillo de páginas anteriores.

‘Rayuela’ es una novela (o «contranovela») difícil, pensada más para abrir una ventana a un mundo que para contar una historia. El hecho de que los capítulos puedan leerse en cualquier orden, ignorando algunos incluso, muestra el afán que tenía Cortázar por crear un universo más que una narración, donde los personajes tienen vida propia al margen de los ojos del lector y donde los hechos flotan en el tiempo y pueden ser «pescados» en cualquier momento. La prosa de Julio Cortázar, especialmente en los primeros capítulos donde despliega una prosa poética espectacular, es un prodigio del lenguaje. Sólo por eso merece la pena acercarse –poco a poco– a este clásico de lectura tan difícil.

24 de febrero de 2014

‘Operación Palace’, la imaginación televisiva al poder

Al igual que mucha otra gente, ayer por la noche estaba expectante frente al televisor para ver el reportaje que Jordi Évole, al margen de ‘Salvados’, había ideado sobre el golpe de estado del 23F. Prometía ofrecer novedades que harían tambalear la historia oficial. Y efectivamente, así fue. Évole hizo tambalear la historia de la televisión en España y de las redes sociales, especialmente Twitter. Porque lo que realmente se ofreció fue un magistral falso documental acerca del supuesto montaje que supuso la entrada de Antonio Tejero en el Congreso de los Diputados aquella tarde de 1981. Según esta ficción, todo fue urdido por las fuerzas políticas e institucionales para reforzar la figura deteriorada del Rey y, en general, de la joven democracia española.

Nada más comenzar la emisión comencé a sospechar. Y no lo digo por decir, hay testigos de ello. Fundamentalmente fueron tres las cosas que me «chirriaron»:

La primera, el hecho de que todo el asunto se destapara a partir de la desclasificación de unos documentos de la CIA norteamericana, donde se explica toda la operación. Un evento de tal calibre que, en el momento en que se hubiera producido, habría sido un bombazo informativo que llevaría a la primera plana de todos los medios informativos nacionales e incluso internacionales. Evidentemente esto no fue así.

La segunda. ¿A quién se le ocurriría contratar a un director de cine para plantear una operación que es, en todo caso, misión de los servicios de información y del ejército? No es lo mismo contratar a Stanley Kubrick para filmar el falso alunizaje del Apollo 11 –entiendo que es un guiño al documental ficticio ‘El Lado Oscuro de la Luna’, que ya vi y comenté por aquí hace años– que a José Luis Garci para una operación política de esa envergadura y trascendencia.

Y tercero. Todos los políticos entrevistados que aparecen en ‘Operación Palace’ están retirados de sus cargos y siempre estuvieron en un segundo nivel. Quizás Felipe González o Alfonso Guerra le habrían dado otro lustre a la historia. Por cierto, dos de los entrevistados son personajes ficticios y ambos representan a servicios de información. El de la CIA y el del CESID. Este último –Antonio Miguel Albajara– toma el nombre del que tiene Antonio Ferrandis en ‘Volver a Empezar’.

Por todo esto, exactamente 14 minutos después de comenzar, tenía claro que lo que estaba viendo era un magnífico montaje de Jordi Évole, una travesura televisiva inofensiva –al fin y al cabo aquel suceso no supuso ninguna tragedia personal– pero que parece que ha enfadado a muchos y ha removido de manera inédita los mentideros en internet. Muy probablemente el efecto ha sido el buscado y el debate sobre televisión y veracidad se ha abierto, lo que me parece sano e interesante. Bien por Jordi Évole.

22 de febrero de 2014

‘Her’

El cine y la tecnología siempre han ido de la mano. Desde sus orígenes. En los últimos tiempos estamos viendo películas sobre cómo los móviles, internet y la nueva forma de relacionarnos que nos proporciona influye en nuestras vidas. ‘Her’ (2013) es posiblemente el último exponente de este afán de hacer una radiografía de nuestro tiempo. Su director, el peculiar Spike Jonze, lo hace proyectando a un futuro cercano lo que hoy ya vivimos. Un futuro en el que los dispositivos de alta tecnología está completamente integrados en nuestras vidas.

La película cuenta la historia de Theodore. Tiene un curioso empleo: Escribe cartas para los demás. Su imaginación no conoce límites. Su reciente divorcio le hace refugiarse en la tecnología. Un nuevo sistema operativo con un desarrollado algoritmo de inteligencia artificial promete ser de un realismo nunca visto. Pronto, su dependencia de este software será total. El papel protagonista de Joaquin Phoenix es de lo más notable del escueto elenco. La voz de Scarlett Johansson en la versión original puede que sea un acierto, pero termina por saturar un poco y a la hora y media ya me pone de los nervios.

La idea de ‘Her’ es absolutamente original y –en mi opinión– genial y llena de posibilidades. Por eso con tal potencial es complicado realizar una película que esté a la altura. Jonze factura una cinta irregular, con momentos magistrales y también con otros ridículos. Mientras estaba delante de la pantalla tenía la sensación de que no se exprimía todo el jugo que podía dar el argumento. Hay momentos supuestamente dramáticos que usando un ácido sentido del humor, son de risa. El desenlace también decepciona por lo inverosímil y lo tramposo. La grandilocuencia y la trascendencia impostada de esta última parte de la película resulta patética. Con todo esto no quiero decir que sea una mala película. Tampoco es memorable. Haciendo la media entre la primera y la segunda hora nos sale una película aceptable, entretenida, incluso buena, pero muy lejos de lo que podía haber sido. Una lástima.

20 de febrero de 2014

Facebook y el declive

Hay dos acontecimientos en las últimas semanas que nos hace pensar que el dinosaurio Facebook comienza a dar signos de agotamiento. Posiblemente vivimos ahora mismo la cima en la popularidad de la red social, su máximo de usuarios posibles. Como diría un economista, el mercado está saturado. El usuario de internet es increíblemente volátil, mucho más en una red social, donde el servicio no es posible sin los demás. Son su materia prima. ¿De qué me sirve tener Facebook si mi círculo de amigos y familiares no lo tienen? Los recientes escándalos de espionaje destapados por Edward Snowden han hecho que todos los servicios de internet proporcionados por empresas norteamericanas sean potencialmente sospechosos. Facebook ya no es simpática.

El primero de esos dos acontecimientos que comentaba al principio es la publicación el 17 de enero de un «paper» de la Universidad de Princeton. Un estudio realizado por John Cannarella y Joshua A. Spechler bastante interesante (‘Epidemiological Modeling of Online Social Network Dynamics’ [PDF]). En él se ofrece un análisis curioso de la evolución de la red social de Zuckerberg, comparándolo con una epidemia de cualquier enfermedad. De hecho su forma de captación es muy parecida. Según el texto habríamos superado ya el pico de usuarios y el declive sería ya un hecho. También se ofrece un hecho ya pasado e incontrovertible: el ejemplo de MySpace. La curva es básicamente la misma y su pico tuvo lugar a finales de 2007. Hoy día su influencia es residual.

El segundo es la noticia que saltó ayer mismo. La compra de WhatsApp por parte de Facebook por una cantidad aún no muy clara de dinero pero que puede acercarse a los veinte mil millones de dólares. Es complicado saber cómo responderán los usuarios del cliente de mensajería móvil más popular del mundo. En parte depende de como se gestione la absorción e integración en la red social. Posiblemente muchos no esperarán y se darán de baja. Parece complicado que pueda rentabilizarse esa enorme inversión. Quizás haya sido un paso en falso.

Todavía hay muchas dudas y las alternativas para los disidentes son bastantes (Line, Telegram, WeChat, Spotbros o Google Hangouts entre otros), con lo que se corre el riesgo de fragmentación y por tanto de fracaso de todo un sistema. En sí, el futuro del modelo de red social como concepto monolítico es incierto. Es probable que estemos viviendo el principio de un cambio en las comunicaciones y los servicios a través de internet. ¿Pequeños servicios independientes integrados entre sí?. Algo se mueve, pero no sabemos hacia donde.

Es curioso, pero el 1 de enero de 2008 escribí ya sobre la posible muerte de Facebook, justo cuando comenzaba a ser popular…



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