rmbit - La bitácora personal de Ricardo Martín
La bitácora personal de Ricardo Martín
Comentando cosas desde 2004
22 de enero de 2012

Vídeo: Londres (Primera parte)

Para nuestro pasado viaje a Londres me llevé cinco tarjetas de memoria, tres de 32 Gb, una de 16 Gb y dos de 4 Gb. A la vuelta las traje prácticamente llenas. En total 3119 archivos entre fotografías y clips de vídeo. De éstos últimos unas dos horas y media de material, en general bastante bueno, grabado a 1080p y 30 fps. El procesado de toda esta información me ha llevado mucho tiempo, pero por fin veo la luz al final del túnel. Las fotografías, después de una dura selección, se han quedado en las 228 que subiré a Cromavista cuando solucione el problema de espacio que tengo en el servidor. Y sobre los vídeos, hoy comenzaréis a ver los primeros resultados.

Todavía no sé en cuantas partes quedará dividida, aunque probablemente sean cinco de unos 8 o 10 minutos, agrupados por temáticas, por lo que no siempre se corresponderán con el recorrido real que hicimos por la capital británica. Cada una de ellas llevará una cabecera diferente, realizada con distintas técnicas. En el caso de esta primera entrega, la idea de Londres flota en el ambiente (literalmente). A nivel técnico, he mantenido el framerate en 30 fotogramas por segundo y todas las secuencias han sido estabilizadas mediante Adobe After Effects.

Respecto al sonido, ha sido uno de mis grandes quebraderos de cabeza. Buscar algo que encajara realmente bien ha sido complicado y finalmente he decidido mezclar el sonido ambiente con la música, de forma que compartieran protagonismo y ninguna sobresaliera sobre la otra. Han sido muchos días de pruebas, errores, tirar el trabajo hecho y volver a empezar hasta encontrar el punto perfecto entre imágenes, sonido y música. Espero que sea de vuestro interés. Os dejo con el primer capítulo: El Parlamento, Whitehall y Trafalgar Square:

19 de enero de 2012

La nueva imagen del Telediario

Como sabéis me gusta mucho el diseño de grafismo para televisión, más bien verlos que hacerlos. Aún mis conocimientos no dan para tanto. Pero lo que sí sé es lo que me gusta y lo que no. Cada cierto tiempo (cuatro años más o menos) se rediseña la imagen del Telediario de La 1 de Televisión Española. La última fue, si no recuerdo mal, en 2008. Por aquel entonces mi impresión general fue buena. Fue una apuesta arriesgada pero interesante.

El pasado sábado día 14, TVE cambió las cortinillas, sintonías, grafismo y decorados del Telediario. El proyecto, igual que el anterior, corrió a cargo del estudio catalán Zelig Studio y contó con la colaboración de Tilmann Kerkhoff, Leandro Giaccio y Hugo Hors. La sintonía es obra de Josep Sanou. Según se dice en la web de Zelig:

La nueva imagen se aleja de formas geométricas como el cuadrado y se acerca a otras más “orgánicas” y aerodinámicas, buscando un paralelismo con los desarrollos gráficos de la continuidad. Se ha generado un sistema de piezas de rotulación con versatilidad y mayor tridimensionalidad.

En mi opinión, y aunque técnicamente está mucho mejor construida que la anterior, tengo la sensación de que el error es de concepto, y no de grafismo. La nueva cabecera apuesta por el futurismo, las líneas superpuestas y la intención de dar una «sensación tecnológica» por encima de la seriedad y la rigurosidad que han de transmitir unos informativos. Mucho más teniendo en cuenta de que hablamos de una televisión pública de ámbito nacional. Es una reflexión puramente personal, pero yo hubiera apostado por una imagen plana, sobria y elegante, dando prioridad a la inmediatez de la información por encima de los malabarismos técnicos. Veamos un par de ejemplos:

Informativos de la VRT belga (televisión flamenca):

Tagesschau de la ARD alemana:

Y la cabecera del nuevo Telediario de Televisión Española:

En la aplicación al «mundo real» cambia algo, sobre todo en lo relativo a la rotulación. La tipografía no ha cambiado, pero aparece demasiado empastada:

Mi conclusión es que quizás convendría plantearse si eso de las cabeceras largas para los informativos televisivos es ya cosa del pasado. No creo que ayuden a transmitir sensación de inmediatez que los tiempos actuales requieren. Por otro lado hace falta un poco más de carácter y personalidad propios (ya hemos visto construir el mapamundi y girar el globo del mundo de mil maneras distintas). Y en cuanto a los decorados, dentro de poco no sabremos si estamos en el Enterprise de Star Trek o en un estudio de televisión (sí, de nuevo la «sensación tecnológica»).

13 de enero de 2012

El caso del OVNI de Moreruela

Desde que descubrí la existencia del libro de Federico Acosta NoriegaOVNIs Sobre Zamora’, hace ya algún tiempo, me dí cuenta de que buscar información sobre este fenómeno (sea lo que sea) en la provincia de Zamora era una de mis asignaturas pendientes. Lo cierto es que tanto en internet como en las bibliotecas hay muy pocos datos de fiar sobre estos asuntos. Por eso el libro de Noriega sigue siendo la principal fuente de información. Hace unas semanas, en el programa ‘Cuarto Milenio’ de Iker Jiménez se comentaba el caso del OVNI de Moreruela.

Más o menos es algo así: Guillermo (Willy para los amigos) Rodríguez Riesco, propietario de la cafetería Dover en Zamora, se encontró con «lo desconocido» cuando pescaba a orillas del embalse de río Esla muy cerca de la localidad de Moreruela de los Infanzones y en las inmediaciones de las ruinas del Monasterio de Moreruela. Ocurría en 1974, en una época en la que se producían miles de avistamientos OVNI, algunos muy llamativos como el de Maxi Iglesias en la sierra de Béjar. En este artículo de La Opinión de Zamora se explica con pelos y señales en qué consistió aquel encuentro. Como siempre, la última palabra y las conclusiones que las saque cada uno. A mí, a falta de pruebas definitivas, me cuesta creerlo, pero no deja de ser interesante.

Y aquí cómo lo contó casi 38 años después en ‘Cuarto Milenio’:


(Si no se ve, aquí están los enlaces directos a los vídeos: Sobre el caso concreto de Moreruela, sobre Federico Acosta Noriega).

10 de enero de 2012

Curiosidades que vimos en Londres (II): La calavera de cristal del British Museum

Cuando entramos en la sala 24 del Museo Británico desconocíamos por completo que en un rincón, casi apartada de la ruta que siguen los turistas, estaba uno de los objetos más interesantes, controvertidos y populares de los últimos tiempos: Una calavera de cristal. Casi con toda seguridad, esta pieza sea la más importante de su género junto con la de Mitchell-Hedges. En aquel momento sólo conocía muy vagamente la historia de esta calavera.

En 1897, el British Museum la compró por 120 libras de la época a Tiffany & Co. suponiendo, por supuesto, que se trataba de un objeto precolombino procedente de la cultura maya. Así que estuvo expuesta, en la sala 27 dedicada al arte mexicano. Según la historia, la calavera había sido adquirida por Tiffany & Co. a un tal George H. Sisson de Nueva York. Sisson se la compró a su vez a un anticuario francés de nombre Eugène Boban en 1881. Lo que nunca quedó claro es cómo la había conseguido. La historia es bastante vaga e imprecisa, incluso con oficiales militares españoles de por medio.

La cuestión es que durante 99 años, la calavera de cristal fue considerada por los expertos del museo como auténtica. En el año 1996 se decidió estudiar la pieza a fondo con medios modernos que incluía principalmente dos aspectos: el material (cristal de roca) y el modo de tallado. Analizado las impurezas del cuarzo se llegó a la conclusión de que su procedencia no era norteamericana, sino probablemente brasileña. A finales del siglo XIX el comercio del cuarzo de roca entre Brasil y Europa estaba en pleno auge. En cuanto al tallado, se comparó al microscopio la calavera con objetos precolombinos de cuarzo de autenticidad contrastada. Quedó claro que la precisión de los detalles y su perfecta pulimentación sólo podía conseguirse con tornos modernos. En la web del Museo Británico dedican una página a detallar con bastante precisión los estudios realizados.

Al final se retiró de la sala en la que se encontraba para trasladarla a un rincón de ese cajón desastre que es la sala 24. Vista «en persona», la calavera sorprende por la perfección de sus detalles. Al contrario de la Mitchell-Hedges, no tiene la mandíbula articulada, pero eso poco importa. No hace falta mucho para sentirse atraído por su presencia. Nosotros permanecimos un momento sentados en un banco justo al lado de la vitrina, mirándola casi hipnotizados y tirando fotos y grabando vídeos. Por suerte o por desgracia, muy pocos visitantes se percatan de esta presencia tan interesante.

3 de enero de 2012

Curiosidades que vimos en Londres (I): St. Helen’s Bishopsgate

Con esta entrega comenzamos la serie de algunas de las curiosidades que vimos en Londres. Algunas de ellas ya las conocíamos y otras nos las encontramos por casualidad. En el caso de la iglesia de St. Helen’s Bishopsgate fue de las segundas. Era ya noche cerrada, nos habíamos bajado del autobús en las inmediaciones del «gherkin» (el «pepinillo»), que es como popularmente se conoce el edificio diseñado en 2004 por Norman Foster y situado en el 30 de la calle St. Mary Axe, en plena City londinense. Nuestra intención era fotografiarlo con la iluminación nocturna. Lo que no esperábamos es que la zona fuera tan laberíntica como resultó ser. Callejeamos bastante buscando las mejores vistas. Entre las grandes torres de cristal encontramos muchos rincones con edificaciones que nos parecían anacrónicas en aquel entorno.

Uno de esos lugares que parecían haber sido «copiados y pegados» desde el pasado era la iglesia de St. Helen’s. En aquel momento simplemente nos pareció una simple curiosidad. De hecho ya nos había sorprendido nuestro encuentro previo con la iglesia de St. Andrew Undershaft. Como averiguaríamos después, muchos de los edificios construidos antes del siglo XVII que se conservan en esta parte de Londres han tenido una historia bastante ajetreada como luego veremos. St. Helen’s no es una excepción.

El origen de este templo hemos de buscarlo en el siglo XII. En el siglo siguiente se refundó como monasterio benedictino. Durante los siglos siguientes, diferentes órdenes religiosas ocuparon el monasterio hasta que en 1799 se demolió parte del edificio. A finales del siglo XIX sufrió una severa reforma para adaptarla a los usos y costumbres de la época. Una de las peculiaridades de St. Helen’s Bishopsgate es que ha sobrevivido a diferentes eventos de gran magnitud. El primero de ellos fue el Gran Incendio de Londres de 1666, que devastó buena parte de la City. Posteriormente, ya en el siglo XX sufrió los bombardeos nazis en el famoso Blitz de la segunda guerra mundial. En los atentados del IRA perpetrados en 1992 y 1993 sufrió también graves desperfectos en los que perdió el tejado y las vidrieras del siglo XVII. En los años noventa del siglo XX recuperó parte de su esplendor gracias a una minuciosa restauración. Frente a su fachada, y a pesar de que estaba envuelta en una siniestra penumbra, pudimos distinguir un pequeño patio con lápidas funerarias repletas de inscripciones.

Sin duda merece la pena echar un vistazo por aquí, lejos de las rutas turísticas, para conocer un pedazo importante de la historia de Londres que normalmente pasa desapercibido.

31 de diciembre de 2011

‘Midnight in Paris’: Fantasía «alleniana»

Cuando se llega a cierta edad parece importar poco lo que los demás digan de uno. Lo verdaderamente importante es mantenerse fiel a sí mismo, ofrecer una trayectoria coherente y, a veces, ir contra la corriente establecida. Eso es lo que debe pensar Woody Allen a sus 76 años. Su reino, desde luego, no es de este mundo y aunque nos haya ofrecido últimamente obras discutibles, nunca defrauda del todo. Acabo de ver ‘Midnight in Paris’, su última película, y me ha encantado. Quizás sea una de sus mejores últimas películas. En su línea de siempre pero a la vez aportando algo nuevo y mágico. Porque si algo es ‘Midnight in Paris’ es pura magia.

Allen da rienda suelta a sus fantasías en un sentido similar a como hizo en ‘Sombras y Niebla’, incluyendo viajes en el tiempo y delirantes encuentros con figuras de la cultura del siglo XX como Picasso, Dalí, Hemingway o Buñuel. La historia es tan increíble pero el genio neoyorquino la hace tan verosímil que es muy fácil disfrutarla sin que nada chirríe. Todo funciona como un reloj: diálogos brillantes, gran trabajo de los actores y sobre todo de un excelente Owen Wilson en el papel del despistado y encantador protagonista Gil Pender. Tal vez en otros tiempos el propio Woody Allen podría haber interpretado su papel.

La historia gira en torno a la búsqueda de un tiempo idea, de una Edad de Oro. Esa época inalcanzable e idealizada que siempre está en el pasado. Como es de esperar, los moradores de cada una de esas etapas de la historia no son conscientes de ello y viven sumidos en una constante insatisfacción. El retrato que Allen hace de París es muy condescendiente. Cae en muchos tópicos, pero poco importa cuando uno se sumerge en una historia como ésta. Una de las películas del año.

31 de diciembre de 2011

‘The Tree of Life’: La siesta perfecta

A finales de cada año suelo echar un vistazo a las listas que los críticos cinematográficos publican con las mejores películas de la temporada. En casi todas esas listas aparece un título, ‘El Árbol de la Vida’ (o ‘The Tree of Life’ según su título original en inglés). Y casi siempre en las primeras posiciones. A pesar de que ni sus intérpretes (Sean Penn y Brad Pitt) ni su director (Terrence Malick) me llamaban especialmente la atención, decidí verla sin tener ni la más remota idea de su argumento. Y una vez que terminó lo tuve muy claro (bueno, bastante antes de terminar): ‘The Tree of Life’ es una tomadura de pelo.

No puedo evitar irritarme al ver las críticas favorables. Parece mentira que críticos solventes y respetados aludan por ejemplo a su «poesía visual» o a la «libertad narrativa», muchas veces obviando otros conceptos en mi opinión más acertados, como «grandilocuencia», «absurdo», «pretenciosidad» o «simpleza». Y es que la última obra de Malick, incomprensiblemente premiada con la Palma de Oro en el festival de Cannes de 2011 quizás pueda engañar al público norteamericano, poco acostumbrado a un cine diferente, pero difícilmente al europeo seguidor de las vanguardias genuinas de la nouvelle vague o incluso del Dogma de Lars Von Trier.

Todo en ‘The Tree of Life’ me suena a impostado. Desde el argumento, la clásica familia de la Norteamérica profunda que pierde a uno de sus hijos hasta la parte más visual. Incluso para la banda sonora se ha recurrido a lo fácil. El uso de excepcionales piezas musicales clásicas (Mozart, Berlioz o Bach) y otras no menos interesantes de compositores contemporáneos es una garantía de conseguir grandeza y emotividad por el camino sencillo. Al contrario de otros films a los que recuerda (por ejemplo ‘2001: Una Odisea del Espacio’), todas esas secuencias retrospectivas sobre la formación del universo, de la tierra y su historia geológica sencillamente sobran. El problema es que si quitamos ese vestido, lo que queda es prácticamente nada, la narración de un relato manido contado de forma prácticamente inconexa e ininteligible.

Cierto que visualmente la película es prodigiosa, pero ese no es argumento suficiente para construir una obra sólida. Quizás lo fuera para un documental de ciencia, pero no para una cinta en la que se supone que hay una historia que contar, una reflexión que ofrecer, y que para ello se apoya en el poder de las imágenes. Desde luego este no es el caso. Terrence Malick se pasa de frenada y pasa la delgada línea roja del ridículo. Para ver a la hora de la siesta sin que importe quedarse dormido.



rmbit está bajo una licencia de Creative Commons.
Plantilla de diseño propio en constante evolución.
Página servida en 0,058 segundos.
Gestionado con WordPress